
"Un Domingo de Ramos diferente"

Domingo de Ramos
(Lucas 19:39-44)
[Jesús] dijo: "¡Ah, si por lo menos hoy pudieras saber lo que te puede traer paz! Pero esto ahora está oculto a tus ojos." Lucas 19:42
Mucha alegría, porque la gran fiesta estaba cerca. Mucha alegría, por el reencuentro de familias que venían de diferentes partes. Mucha alegría, porque Jesús estaba en medio de una gran multitud. Sin embargo, en medio de tanta alegría, los que dan otra vez la nota amarga son los fariseos: "¡Que se callen!" El miedo a una mayor opresión romana tenía alterados a los fariseos. No era para menos, los romanos no tenían miramientos para ejecutar a los revoltosos.
Jesús pasa de la alegría de la entrada... a la tristeza de la llegada. Y, por segunda vez, llora. Esta vez la causa de sus lágrimas no es un hecho consumado -la muerte de Lázaro- sino lo que iba a suceder en un futuro cercano: la destrucción total de Jerusalén y de su templo, y la matanza indiscriminada de sus habitantes.
¿Cómo no dolerse y llorar? Dios venía -en persona- a salvarlos, y ellos estaban ciegos a su visita. Jesús veía cuán pasajera iba a ser la alegría de su pueblo. Muchos llorarían el próximo viernes a los pies de la cruz. La semana de la Pasión comienza con la visión profética del sufrimiento futuro de Jerusalén.
¿Qué verá Jesús en nuestro futuro? No importa lo que vea. Lo que sí importa es que él todavía viene hoy, con alegría, a traernos perdón y salvación.
Jesús se baja del burro para estar a nuestro lado y acompañarnos a la Jerusalén final, la que nadie podrá destruir jamás. Dios viene a visitarnos cada vez que nos reunimos en su nombre, cada vez que leemos y estudiamos su Palabra, que comemos de su Santa Cena. Dios nos visita para traernos perdón y alegría. No dejemos de recibirlo.
Señor Dios, abre nuestros corazones para que Jesús pueda entrar con todos sus dones. Amén.
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