
"Lázaro y Lázaro"

(Lucas 16:19-31)
"Abrahán le dijo: 'Si no han escuchado a Moisés y a los profetas, tampoco se van a convencer si alguien se levanta de entre los muertos.'" Lucas 16:31
Lázaro, el hermano de María y Marta y amigo de Jesús, quien fuera resucitado por el Señor después de estar muerto por cuatro días, es el cierre perfecto a esta parábola. No creo que haya sido coincidencia que Jesús haya llamado Lázaro el mendigo de la parábola.
El Lázaro de la parábola no existió en la vida real, sino que Jesús planteó esta parábola para reafirmar la autoridad de la Palabra de Dios. La parábola termina con estas palabras: "Si no han escuchado a Moisés y a los profetas, tampoco se van a convencer si alguien se levanta de entre los muertos" (v 31). No hay milagro que convenza a nadie de la existencia de Dios, o de su amor por la humanidad. Sólo la Palabra tiene ese poder. Todo lo que necesitamos saber está escrito en la Biblia. Dios ha sido muy generoso en dejarnos "su carta de amor" de puño y letra. En ella encontramos la guía y la fortaleza para ésta y la otra vida.
Volvamos al otro Lázaro, al hermano de María y Marta, al real, al que sí existió. Ese Lázaro había sido resucitado por Jesús después de haber estado muerto por varios días. Menos de una semana después de ese milagro, el lunes de la semana santa, Jesús es ungido en Betania en presencia de muchos, y también de Lázaro. Frente a tales acontecimientos, los principales sacerdotes decidieron matar a Jesús, ¡y también a Lázaro! (Juan 12:10). Los principales sacerdotes no sólo no escuchaban a los profetas, sino que también querían destruir las evidencias milagrosas del amor de Dios. Indudablemente, no hay milagros que puedan convencer al incrédulo.
Qué sabio es el Señor, que nos dirige a lo único que nos hace crecer en la fe: su Palabra.
Tu Palabra me dio vida, Señor, mantenme firme en ella. Amén.
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