
"¿Guardar un secreto?"

Pero Pedro y Juan replicaron: "¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en vez de obedecerlo a él? ¡Júzguenlo ustedes mismos! Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído. Hechos 4:19-20
En el mes de febrero se celebra el cumpleaños de Abraham Lincoln, pero en esta devoción voy a hablar de su muerte, o, mejor dicho, de lo que sucedió después de su muerte.
¿Sabía que un gángster de Chicago de apellido Kennally trató de robar y pedir un rescate por el cuerpo de Lincoln? Kennally pensaba que el Gobernador del Estado aceptaría liberar de la cárcel a uno de sus socios a cambio del cadáver del Presidente. Pero la estrategia no dio resultado, por lo que él y sus cómplices terminaron en la cárcel.
Después de lo ocurrido, los seis guardias que fueron puestos a cargo de cuidar el cuerpo de Lincoln quisieron asegurarse que nadie tratara de robarlo otra vez, por lo que enterraron el cajón del Presidente, y durante diez años no le dijeron a nadie dónde lo habían puesto.
Es interesante notar las similitudes que hay entre la muerte de Lincoln y la Jesús: tanto Jesús como Lincoln murieron en Viernes Santo, y en los dos casos las autoridades hicieron todo lo que tenían a su alcance por miedo a que robaran sus cuerpos.
Y también es interesante notar las diferencias. La primera es que Lincoln permaneció muerto, pero Jesús no. ¿La otra? Los guardias de Lincoln juraron no decir a nadie dónde habían puesto su cuerpo, pero los discípulos pasaron el resto de sus vidas diciéndole al mundo que Jesús está vivo.
Con entusiasmo y alegría, los discípulos contaron a todos los que estuvieran interesados en escuchar, que en Jesús hay perdón, esperanza, y vida eterna. En nombre de todos los redimidos del Señor, Pedro y Juan confesaron: "No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído".
Sigamos su ejemplo, y hablemos nosotros también de nuestro Señor resucitado.
ORACIÓN: Señor Jesús, con tu vida, muerte y resurrección me has dado una nueva y maravillosa vida. Ayúdame a compartir con los demás que, porque tú vives, yo también viviré. En tu nombre. Amén.
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