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PARA EL CAMINO

Con el inicio de la temporada de Adviento, también comienza una serie de tradiciones y celebraciones que tendrán lugar en las próximas semanas cuando nos juntemos para festejar la Navidad, el Año Nuevo, y más adelante el Día de los Reyes Magos. En muchos países, las casas se adornan desde mucho antes, se compran los regalos, y algunas familias planifican un calendario de actividades. En Colombia, por ejemplo, está también la tradicional ceremonia de las velitas y las novenas, en las que familiares y amigos se reúnen en sus casas para elevar oraciones a Dios, cantar y celebrar, y comer juntos (¡por supuesto que tiene que haber comida!). En México y Centroamérica están las famosas posadas, una fiesta similar que de igual manera apunta a lo más importante que tienen estos días: el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, Aquél que vino y vendrá.
Una tradición muy especial, y popular en muchas partes del mundo, es la de la Corona de Adviento. Yo la descubrí en la iglesia cuando vine a servir en los Estados Unidos, y sé que hay gente que la hace en sus casas. Esta ceremonia consiste en una corona hecha de pinos o decorada de Navidad, y usualmente tiene cinco velas: cuatro velas que se encienden una por una en los domingos de Adviento, cada una con un significado, y una vela blanca en el centro que se enciende el día de Navidad. Las velas y las luces son esenciales en estos días, porque precisamente estamos celebrando a la Luz que vino a un mundo lleno de tinieblas. ¡No podemos perder el enfoque de estas fechas!
En todo caso, este primer domingo de Adviento, pondremos nuestra mirada en la primera vela que se enciende esta semana: la vela de la esperanza. Dicen por ahí que la esperanza es lo último que se pierde, ¿no es cierto?
Hoy hablaremos de esperanza, de paciencia, y por supuesto de la venida de Jesús al mundo en el que vivimos, a nuestros corazones en el hoy día, y cuando venga próximamente en el día final.
Él nos dice en el Evangelio de esta semana, tomado de Mateo 24:
36 »En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles de los cielos. Sólo mi Padre lo sabe. . . 44 Por tanto, también ustedes estén preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos lo esperen.
Esperar es difícil, especialmente para nuestra generación que no está acostumbrada a esperar o que no le gusta para nada eso de sentarse a esperar.
Mi padre me contó alguna vez sobre una novia a distancia que tuvo en su juventud, y me decía que ellos se escribían cartas que algunas veces tardaban meses en llegar. Imagínense ustedes esperar meses para que tu mensaje finalmente llegara, y otros meses para poder recibir una respuesta. Ya esto no pasa de esta manera, estamos en tiempos en los que los mensajes llegan de inmediato. Esto hace que esperar, para nosotros, sea tan difícil. Ya no necesitas un día entero para hacer diligencias, cuando puedes hacerlas en segundos desde tu teléfono inteligente. Ahora vamos a sitios a comer, lugares de comida rápida, y no hemos terminado de ordenar y pagar cuando ya nos están sirviendo nuestras hamburguesas, con papitas, y una soda. ¡Todo ya listo! ¡Sin esperar!
Por eso te digo una vez más: ¡Esperar no es nada fácil! Particularmente si no estamos acostumbrados.
Mi esposa ha atravesado momentos de salud muy complicados, y tiempo después de pasar por muchas cosas todavía conservo los recuerdos de todas esas veces que me tocó esperar en una sala de hospital, mientras ella pasaba por procedimientos médicos y cirugías. Las horas pasan lentamente en las salas de los hospitales, como si los relojes fueran diferentes. Y por supuesto, en esos momentos de espera, llegan también el miedo y la ansiedad por no saber cómo terminará todo; la duda de si Dios sigue allí, o no; y claro que minutos invertidos en la oración y la confianza en el Señor, hasta que por fin llegan las noticias de cómo salieron las cosas.
Ahora bien, el Adviento consiste en esperar la venida del Señor. Por un lado, celebramos que Cristo irrumpió en la humanidad cuando vino en la primera natividad, y, por otra parte, reflexionamos además en lo que será Su segunda venida, un día que nadie sabe el momento en el que llegará, pero en la que Jesucristo vendrá otra vez a juzgar a los vivos y a los muertos.
Por lo tanto, los creyentes vivimos en una sala de espera constante, pensando con esperanza en esa promesa, y preparándonos para ese momento: ¡Tenemos que estar atentos, listos, y preparados! Él nos dice eso: 44 Por tanto, también ustedes estén preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que menos lo esperen.
Este verso tiene dos mensajes que son muy evidentes. Primero un llamado de alerta: ¡Estén preparados! ¡Cuidado! ¡Manténganse alertas y despiertos! ¡Alístense! … y luego termina con un mensaje de esperanza y una gran noticia, cuando dice: “el Hijo del Hombre vendrá”. ¡Eso no lo duden! ¡Eso ciertamente pasará!
Pero ¿cómo puedo prepararme? ¿qué puedo hacer hoy para alistarme mientras espero la llegada de Jesucristo?
Lo primero que quiero que sepas es que Dios está trabajando en esta sala de espera que es nuestra vida hoy día. En otras palabras, Él no se queda quieto en este tiempo de Adviento. Pero, hay tres cosas que hoy quisiera invitarte a reflexionar:
#1 Debes ser paciente.
La paciencia es un fruto del Espíritu Santo, es decir, es Su obra en ti (Gálatas 5:22). Esperar en Dios, y por Dios, requiere paciencia. Los tiempos de Él, no son los mismos que los tuyos. El Señor no hace una espera larga para torturarte, pero te recuerda que la espera puede ser una prueba para prepararte y no para castigarte. Ora a Dios por paciencia, que —como ya te dije— es Su obra en ti; lee la Biblia, pues allí encontrarás promesas cumplidas y por cumplir, que te ayudarán a esperar con esperanza (y te lo digo sin ánimos de redundar con el término). Toma en cuenta que lo que viene es mucho mejor y eterno. Dios no te dará comida rápida que se hace en segundos, sino la mejor comida, esa que tarda en prepararse pero que vale la pena.
#2 Debes ser humilde.
El creyente tiene que aprender a decir las palabras de Jesús en el jardín, momentos antes de que comenzara Su martirio: “Que se haga tu voluntad y no la mía” (Lucas 22:42). Basta de exigirle a Dios, como si tú supieras más que Él. Basta de cuestionar Sus maneras, como si las tuyas fueran mejores. Humildad es reconocer Su grandeza, y aceptar tu pequeñez. Estar preparados, y vivir con la esperanza del inminente adviento, es admitir que lo necesitas.
Es por ello que estamos llamados a confesar nuestros pecados a Dios, arrepentirnos, y abrir nuestros corazones con toda humildad para recibir el perdón que Él nos da por Su gracia, por amor, y por Su misericordia.
#3 Enfócate en la promesa.
Dice Jesús en el texto de esta semana:
37 La venida del Hijo del Hombre será como en los días de Noé; 38 pues así como en los días antes del diluvio la gente comía y bebía, y se casaba y daba en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, 39 y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre.
El mundo de Noé no era muy distinto al nuestro. La gente se había olvidado de Dios. Andaban en sus caminos, con sus creencias, y viviendo en sus tinieblas. Eso hizo que Dios se enojara y se entristeciera tanto, que un día pidió a Noé (un hombre fiel) que hiciera un arca para salvar a su familia y a las especies, y así limpiar a toda la humanidad con una inundación que acabó con todo y todos, excepto con aquellos que estaban en el arca.
Noé no perdió el enfoque en la tarea y en la promesa que Dios le había puesto. A pesar de las burlas que venían de afuera, y las dudas que lo atacaban desde adentro, Él siguió haciendo lo que Dios le había pedido. Noé no sabía el momento exacto de cuándo ocurrirían estas cosas, siguió trabajando hasta que el momento llegó.
Es por ello que debes enfocarte, no en el cuándo, sino a Quién sirves, Aquel que hoy te dice: Debes estar listo porque el Hijo del Hombre vendrá.
Te repito una vez más, esperar en el adviento, esperar con esperanza, debe motivarnos a:
#1 Ser pacientes… #2 Ser humildes . . . #3 Enfocarnos en las promesas de Dios.
Hoy, al igual que en los días de Noé, muchas personas siguen viviendo en tinieblas, y a veces el pecado que todos llevamos también nos llena de oscuridad el camino. Aunque decimos que la esperanza es lo último que se pierde, el diablo querrá robártela. El mal te hará pensar que no hay final feliz en esta historia, y que no hay vida más allá de la muerte. La duda y el miedo buscarán gobernar tu corazón, especialmente cuando estés agobiado o desesperada en esta sala de espera.
Así pensaban también en los tiempos antes de Jesucristo. Hasta que un buen día la Luz vino a un mundo de tinieblas, y nació en un pesebre al que llegaron ángeles del cielo a adorarle. La luz de Dios vino al mundo, y pasó por la oscuridad de la muerte, venciéndola de una vez y por todos, para que la Luz de la vida se posara sobre nosotros, los que en Él creemos. Esa misma Luz volverá a alumbrar un gran día, un día especial, un día bonito, en el que todas las personas, de todas las naciones, lo adoraremos, y lo veremos reinar para siempre.
Esta verdad es nuestra esperanza y no la vamos a perder.
Dios quiere hacernos bien antes, durante, y después de la espera, y no dejará que nos roben la esperanza. El regreso inminente de Jesús no es motivo de temor para los que en Él creen, sino de esperanza, pues sabemos que la Luz vencerá las tinieblas, y recibiremos con gozo la promesa de la vida eterna que Él ganó por nosotros en Su muerte y resurrección.
Él viene a ti en Sus palabras y promesas, Él viene a ti y alumbra tu vida con todo lo que recibimos cuando participamos en los Sacramentos, Él viene a ti y a tu vida, dándote la fe que salva, la fe que abraza el perdón que Él ha logrado para ti, y la fe que enciende la vela de la esperanza.
Por lo tanto, esperar no es un castigo, sino un tiempo en el que nos preparamos para recibir al Hijo de Dios que vino y vendrá. Yo solo sé que Él vendrá. Amén.
Mis queridos amigos de Para El Camino, recuerda que para saber más acerca de Jesús, descubrir nuestros materiales y recursos, y compartir este mensaje, puedes visitar nuestro sitio en Internet y conocer más sobre los ministerios que tiene para ti CRISTO PARA TODAS LAS NACIONES. ¡Dios te bendiga!