"Autoridades: ¿enemigas o aliadas?"

Todos debemos someternos a las autoridades, pues no hay autoridad que no venga de Dios. Las autoridades que hay han sido establecidas por Dios (Romanos 13:1).

Hace poco escuché a alguien decir: “Yo no confío en ningún político”. Y la verdad, no lo juzgo. Todos hemos visto ejemplos de corrupción, abuso de poder y decisiones injustas. Pero ese comentario me dejó pensando… ¿cómo debemos ver la autoridad desde la perspectiva de Dios? ¿Como enemigos o aliados?

Pablo les escribe a cristianos que vivían en el Imperio Romano, bajo un gobierno que no era precisamente justo ni amable con los cristianos. Les recuerda que Dios no está ausente del mundo civil. De hecho, Dios gobierna tanto por medio del Evangelio como del orden civil. Incluso a través de autoridades imperfectas, Dios protege, castiga el mal y mantiene el orden para que su Iglesia pueda predicar libremente.

Ahora, esto no significa obedecer ciegamente todo mandato humano. Cuando una autoridad exige lo contrario a la Palabra de Dios, se obedece a Dios antes que a los hombres. Pero cuando las leyes buscan justicia, orden y paz, el Señor nos llama a respetarlas y a contribuir al bien común.

Jesús mismo se sometió a las autoridades, incluso cuando eso significó morir injustamente en una Cruz. En su obediencia perfecta, cumplió lo que tú y yo no podemos. Y al resucitar, nos dio no solo perdón, sino también el poder para vivir conforme a Su voluntad, a través de Sus medios de gracia.

Así que, si alguna vez has hablado mal de un líder o actuado en desobediencia por rabia o frustración, recuerda que, gracias a Jesús, hay perdón. Y por su Espíritu, podemos aprender a ser ciudadanos que bendicen, aunque el mundo no siempre lo entienda.

Padre nuestro, enséñanos a vivir como ciudadanos responsables, confiando en Tu voluntad aun cuando no entendamos todo. En el nombre de Jesús. Amén.

Para reflexionar:
* ¿Cómo cambia tu manera de ver a los líderes y autoridades civiles al saber que Jesús se sometió por ti, incluso hasta la Cruz?
* Cuando escuchas a alguien decir “yo no confío en ningún político”, ¿cómo puedes responder con sabiduría y esperanza en lugar de caer en la queja?

Diaconisa Noemí Guerra

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