PARA EL CAMINO

  • Héroes poco convencionales

  • agosto 17, 2025
  • Rev. Germán Novelli Oliveros
  • Notas del sermón
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Hebreros 11:17-31
    Hebreos 11, Sermons: 1

  • “¡No contaban con mi astucia!” Esta frase seguramente es bien recordada por muchos de mi generación y creo que habita en la memoria de muchos hispanos. Era el grito de batalla de uno de los héroes de nuestra infancia: el Chapulín Colorado. Me atrevería a decir que no solo de mi época, pues creo que los personajes del humorista Chespirito —ampliamente conocidos por los latinoamericanos— marcaron varias generaciones. Recuerdo correr a casa después de la escuela, llegar y tomar algo de comer, prender la tele, y ponerme a ver el maratón de las tardes en el que estaban el Chapulín, El Chavo, y también El Zorro, otro héroe de mi niñez.

    Y hablando de héroes, el otro día veía una entrevista viejísima que le hacían a Roberto Gómez Bolaños, el famoso Chespirito quien fue el creador de El Chapulín Colorado, El Chavo, y otros personajes. Él decía que El Chapulín, a diferencia de otros, era un verdadero héroe, mucho más que Superman, o Batman, y que cualquier otro. Decía que personajes como Superman o Batman, al tener tanta fuerza y tantos superpoderes, nunca tenían miedo. En cambio, el Chapulín sí era un héroe de verdad porque conocía sus debilidades y, aunque sentía miedo, era torpe, y todo lo demás, de igual modo enfrentaba los problemas. Esto lo hacía, en opinión de Bolaños, un verdadero héroe.

    Cuando escudriñamos las Escrituras, nos damos cuenta de que están llenas de lo que pudiéramos llamar: héroes poco convencionales, quienes eran de alguna manera similares al Chapulín. Gente común y corriente, muchos de ellos con debilidades muy marcadas, pasados muy complejos, situaciones de vida difíciles, y muy escasos superpoderes.

    En el texto de esta semana, la epístola a los Hebreos capítulo once, se nos mencionan algunos de estos héroes poco convencionales que hallamos en la Biblia.

    El primero de ellos es Abrahán, conocido como el patriarca de la fe. Abrahán es famoso porque siendo muy mayor no había podido tener hijos con su esposa Sara. Entonces Dios, quien hace posible lo imposible, le asegura a este hombre anciano que tendría una gran descendencia. Dice la Biblia que el Señor le prometió una descendencia tan grande como las estrellas en el cielo (Génesis 22:17). Abrahán creyó, y Dios le cumplió la promesa, y pudo ver a su hijo Isaac.  Pero, tal y como nos dice Hebreos 11, luego de esto Abrahán fue probado. Dios le pidió que sacrificara a ese único hijo que tanto había deseado. Abrahán pasó la prueba porque confiaba en Dios, y al final no tuvo que hacer tal sacrificio. Abrahán no solo le creyó a Dios, sino que confió en Él.

    Otros personajes que son citados aquí son Isaac (hijo de Abrahán), sus dos hijos: Jacob y Esaú, y luego José, otro famoso personaje del Antiguo Testamento. Dice el texto:

    20 Por la fe, Isaac bendijo a Jacob y a Esaú acerca de las cosas venideras. 21 Por la fe, cuando Jacob murió, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado en la punta de su bastón. 22 Por la fe, cuando José murió, anunció la salida de los hijos de Israel y dio instrucciones en cuanto a qué hacer con sus restos mortales.

    Estos también fueron hombres de vidas en las que más de una vez sufrieron reveses, hombres con errores, de calamidades, que vivieron días de prueba, pero que al final tuvieron esa fortaleza que venía de Dios, quien a pesar de todo nunca los abandonaba.

    ¡Y luego llegó Moisés!

    Moisés tuvo que crecer lejos de su hogar, y fue adoptado por la familia del faraón. Por circunstancias trágicas tuvo que escapar y vivir en tierras lejanas. Era inseguro, vivía con culpa, no tenía bien claro quién era ni de dónde venía, y en medio de sus muchas debilidades y aflicciones, fue usado por Dios como héroe del pueblo hebreo. Dice el texto que: 24 Por la fe, cuando Moisés ya era adulto, rehusó llamarse hijo de la hija del faraón, 25 y prefirió ser maltratado junto con el pueblo de Dios, antes que gozar de los deleites temporales del pecado…

    Y fue precisamente él, el que sería llamado a rescatar a los judíos de la opresión egipcia, llevarlos por años en el desierto, hasta prepararlos para que recibieran la tierra prometida a la que por cierto nuestro héroe no pudo entrar.

    Además de todos estos héroes, encontramos aquí también una heroína bastante particular: Rajab, ¡una prostituta!

    30 Por la fe, cayeron las murallas de Jericó después de rodearlas siete días. 31 Por la fe, la ramera Rajab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías.

    En el libro de Josué, capítulos dos al seis, encontramos la historia de los israelitas tratando de tomar la ciudad amurallada de Jericó. Para ello habían enviado a unos espías quienes investigaban todo lo relacionado a la ciudad, y así planificar la mejor llegada. Al enterarse el rey cananeo de esto, buscó a los espías para matarlos. Pero Rajab decide esconderlos y les ayuda a escapar. Con esta acción, Rajab pudo salvarse cuando llegaron los israelitas, quienes perdonaron la vida de ella y de su familia. Más tarde, Rajab dejaría atrás su vida pecaminosa, se casaría con un hombre hebreo, y de tal linaje nacerían más tarde, no solo el rey David, sino también el propio Jesucristo.

    Como ves, estos héroes poco convencionales cargaban sobre sus hombros un mar de dudas, pasados, pecados, sufrimientos, problemas de identidad, y un montón de debilidades, pero tenían algo en común, un superpoder especial, una cosa que los hacía diferentes a todos los demás, y que el autor de la epístola a los Hebreos repite muchas veces en todo el capítulo once: ellos tenían fe, ellos creyeron en Dios, ellos confiaban en el poder de Dios.

    ¿Y qué es la fe?

    El propio escritor de la epístola lo resume al principio de este capítulo:

    “Ahora bien, tener fe es estar seguro de lo que se espera; es estar convencido de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).

    Abrahán confió que tendría una descendencia inclusive antes de verla. Isaac, Jacob, Esaú, y José sabían que tendrían la bendición de Dios, incluso en el medio de las pruebas, el sufrimiento, y sus propias derrotas. Moisés confiaba en que serían libres y llegarían a la tierra prometida, aún en medio de las frustraciones que tuvieron que pasar. Rajab estaba segura de lo que esperaba y actuó convencida de lo que no había visto.

    Fe: El superpoder de nuestras vidas que hace una diferencia enorme en nuestros caminos… fe es creer aún en eso que no se puede ver.

    Qué difícil es tener fe en un mundo que frecuentemente nos dice: ver para creer. ¿No les parece?

    Esto quizás le pasó por la mente a Abrahán un par de veces cuando eso de la paternidad se le había hecho imposible por tantos años. Estoy seguro que más de una vez Moisés tuvo sus dudas, especialmente cuando veía la terquedad del faraón o cuando atravesó las frustraciones en el desierto. ¿Hijos? ¡Ver para creer! ¿Libertad? ¡Ver para creer! ¿Perdón? ¡Ver para creer!

    Y es en estos momentos en los que Dios nos lanza, a Su manera y al mejor estilo del Chapulín Colorado, un poderoso: ¡No contaban con mi astucia!

    Porque los planes de Dios tienen un propósito claro y enorme, muchas veces difícil de ver o comprender desde nuestra pequeñez.

    Si se fijan, todos estos personajes que les he contado hasta ahora, así como los profetas, los reyes y jueces del Antiguo Testamento, y también los apóstoles de Jesucristo, y los santos que le siguieron, pudieron seguir hacia adelante porque —por gracia divina— tenían plena convicción en lo que vendría, y porque creían en lo que no habían visto. Ellos habían sido dotados de un superpoder que los hacía diferentes y especiales, ellos tenían fe… ellos andaban por fe y no por vista (2 Corintios 5:7).

    Ahora bien, de ninguna manera todas estas personas llegaron a tener fe en las promesas de Dios por mérito propio. La fe no es algo que adquieres desde tu esfuerzo o tu sabiduría. Tampoco podrás ir a la tienda o a la farmacia y comprar un poco de fe.

    Asimismo, la fe que salva y que tiene poder no se resume en simplemente creer que hay un poder superior que rige todo el universo. ¡Hay mucha gente que cree en dioses y poderes superiores y no por ello tienen fe o salvación!

    Todos los años, yo tengo fe y confianza de que mi equipo de fútbol saldrá campeón, y muchas veces esto pasa pues me gusta el mejor equipo de todos. Pero esto no me dará la salvación eterna ni el perdón divino que necesita mi vida. No es tener fe en algo, es creer con fe en el Dios verdadero.

    Mis queridos amigos de Para El Camino:

    Cuando somos bautizados, los creyentes somos abrazados por el amor de Dios que limpia nuestro pecado, y en nosotros se derrama el Espíritu Santo que es quien obra fe en nuestros corazones. Allí recibimos la misma promesa de Abrahán, Isaac y Jacob, la promesa de Moisés, de la que hablaban los profetas, y de la salvación que vendría por medio del Hijo de Dios. Es en el Bautismo, donde la fe comienza a germinar en nosotros por obra del mismo Dios que nos salva.

    Cada día, cuando usted y yo escuchamos la Palabra, la leemos, y meditamos en ella, y la ponemos en práctica en nuestras vidas, allí está el mismo Espíritu Santo, autor de la fe, obrando en nuestros corazones esa confianza en lo que se espera, y esa convicción en lo que no se ve. De igual forma ocurre en el Sacramento del Altar, donde Dios obra en nosotros fe y perdón a través del verdadero cuerpo y la verdadera sangre de Jesucristo, dado a nosotros en la eucaristía. Fe, es eso que Dios te da por gracia, para que le creas y tengas perdón de pecados y salvación. Recuerda la verdad bíblica que nos dice: “El justo por la fe vivirá”.

    A diferencia de aquellos en el Antiguo Testamento, nosotros sí tenemos la oportunidad de tener una fe que pone nuestros ojos en algo concreto, visible, y poderoso: el Hijo de Dios. Él cumplió todas las profecías, y todo lo requerido, para obrar nuestra salvación. Aunque no vivimos Su época, toda evidencia histórica nos confirma no solo Su existencia, sino la veracidad de que logró hacer lo que Dios había prometido. Y hoy, ustedes y yo, tenemos la oportunidad de escuchar el Evangelio, y a través del mensaje de Jesucristo nosotros podemos llegar a creer en Él, y —lo que es mejor— creerle y confesarle a Él.

    Dice la Biblia, que “la fe viene por el oír” la Palabra de Dios (Romanos 10:17).

    Esta fe que nos salva y nos da poder se centra en la persona y obra de Jesucristo, quien nos revela el corazón y el propósito de Dios el Padre para todos nosotros. Es Jesús de quien el Espíritu Santo da testimonio y glorifica. Este Jesucristo es, en verdad, el Hijo de Dios, el Salvador enviado del cielo para redimir a las naciones. Él es tu Salvador, quien vino a rescatarte del pecado y de la muerte, y a darte perdón y vida eterna en Su lugar. Él lo hizo al ir a la Cruz por ti, derramando Su sangre por ti, para que pudieras recibir la fe que hoy te hace libre. Jesús lo hizo por ti al resucitar de entre los muertos, mostrando el poder de Su victoria, que también es tu victoria, y así quedará demostrado el día en que Cristo regrese y te resucite a la vida eterna. Estos dones son tuyos por gracia. Recíbelos por fe, pues ésta se aferra a las promesas de Dios, y todas estas promesas están envueltas en Cristo y en Su amor por ti.

    Yo sé que pudieras identificarte con nuestros héroes poco convencionales más en sus defectos que en sus virtudes. Imagino además que tu fe, en medio de la prueba o los retos de la vida, a veces pudiera tambalear. También sé lo grande que pudieran ser tus pecados, tus debilidades, y que es duro permanecer fiel. ¡Dios también sabe todo esto!

    Sin embargo, no te deja solo o sola en tus muchas batallas y tus miedos. Él envía al Espíritu Santo para que por medio de la Palabra conozcas el perdón que Cristo ganó por ti, para que puedas ver tu pecado y arrepentirte, para que puedas saber que todo esto que hoy aflige nuestros corazones no serán el final que Dios quiere para nosotros. Él te dará el superpoder de la fe, y con eso podrás creer, confiar, amar a Dios, y decir con plena convicción: ¡Jesús es mi Señor y Salvador! Amén.

    Mis queridos amigos: si te ha gustado este mensaje, recuerda que hoy tienes la oportunidad de compartirlo con otros. Hay muchas personas que necesitan escuchar del amor y el poder de Dios. Por lo pronto, para conocer más de Jesús y de la salvación que Él trae a nuestras vidas, puedes ponerte en contacto con nosotros aquí en Cristo Para Todas las Naciones. ¡Tengan todos y todas una feliz semana!