PARA EL CAMINO

  • No te preocupes, ¡confía!

  • agosto 10, 2025
  • Rev. Germán Novelli Oliveros
  • Notas del sermón
  • © 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
  • TEXTO: Lucas 12:22-34
    Lucas 12, Sermons: 11

  • Hay mucha ansiedad en el mundo por estos días. ¿No les parece?

    Creo que después de la pandemia de los años 2020 y 2021, el mundo cambió drásticamente. El tema de la ansiedad, la depresión, las adicciones, y todo lo concerniente a la salud mental de las personas se disparó, y toda esta crisis mundial también afectó nuestra economía, nuestras relaciones interpersonales, y –en el caso de muchos– la fe o su relación con Dios.

    En el texto bíblico de esta semana, Jesús nos hace una invitación que quisiera que tuviéramos en mente durante nuestro tiempo de devoción de este día y en este mensaje de Para el camino. El Señor les dijo a sus discípulos, y también a nosotros: “Por eso les digo que no se preocupen por su vida ni por lo que han de comer, ni por su cuerpo ni por lo que han de vestir. La vida es más que la comida, y el cuerpo es más que el vestido” (Lucas 12:22-23).

    Él dijo: ¡No se preocupen!

    Las preocupaciones son un gran detonante para la ansiedad que sufren muchos hoy en día, y para el afán con el que mucha gente hoy está viviendo su vida.

    Aunque muchos quieran creer que preocuparse es ocuparse de algo de forma anticipada —como refieren algunos diccionarios en el Internet— la verdad es que no. Preocuparse, al menos la mayoría de las veces es inquietarse y tener miedo ante cosas que todavía no han pasado, pero que desde ya nos están angustiando.

    Por ejemplo, una cosa es ahorrar dinero para el retiro, y así poder disfrutar de una vejez más tranquila (aquí tenemos una preocupación que pudiéramos calificar de sana); y otra muy distinta, es trabajar turnos dobles, sin descanso, y dejar de atender a la familia, porque se quiere llegar a la jubilación con más dinero, (un posible ejemplo de una preocupación ansiosa). ¿Se puede ver la diferencia?

    Ahora bien, es necesario que sepamos también que las preocupaciones son muy diferentes en cada individuo, y esto varía según las edades, los contextos, los lugares en los que vivimos, las tradiciones que tenemos, etc. No es la misma preocupación la que tiene un adolescente en la India, que la que tiene un padre de adolescentes en los Estados Unidos. Son vidas totalmente diferentes.

    Los padres, o los adultos de nuestros tiempos, están preocupados por asuntos como la economía, la familia (esto incluye temas de pareja, hijos, la soledad, etc.), y también la salud. Los más jóvenes, aquellos de las llamadas generaciones Z y Alfa, o nuestros adolescentes, están más ansiosos ante temas relacionados a las redes sociales, lo que consumen en Internet y en sus teléfonos inteligentes, el mundo digital, o los videojuegos.

    Todas estas preocupaciones, de padres e hijos, son válidas, son difíciles de manejar, y además causan muchos problemas que nos afectan interiormente, o en nuestras relaciones con los demás, y que de una u otra manera interfieren en la forma en la que vivimos.

    A estos padres y a esos hijos, a ti y a mí, hoy Jesús nos dice: ¡No se preocupen!

    A medida que he ido madurando, he notado cómo algunos padres trabajan sin descanso porque quieren tener o comprar una casa para sus hijos, cuando en realidad ellos lo que necesitan es un hogar, uno sano y seguro. Veo muchas personas acumulando cosas o dando cosas a sus familias, cuando —más que cosas— nuestros seres queridos necesitan es tiempo, tiempo de calidad. Más que juguetes, los hijos necesitan es padres que estén allí para jugar y crecer con ellos. Asimismo, veo cómo algunos luchan sin pausa para dejar un legado, cuando la gente lo que más necesita es amor.

    Muchos buscan distracciones, cosas materiales, o actividades que dejan muy poco, tanto a lo que somos como a lo que sentimos, y entonces todo lo que en realidad importa: Dios, la fe, nuestra relación con Jesús, la Iglesia… o la familia, la pareja, los seres queridos… todo eso desciende bruscamente en nuestra lista de prioridades.

    Vivimos ansiosos, afanados, y muy preocupados. En gran parte, porque estamos buscando tesoros falsos, y no los verdaderos.

    ¿Cuáles son esos tesoros falsos? Los que más nos venden cuando estamos “escroleando” o metidos en redes sociales.

    Eso que Jesús llama “lo que han de comer”, es decir, lo material. ¡Esos son tesoros falsos! Queremos la casa más grande, el auto más moderno, el celular de última generación, o todo eso que el mundo nos lleva a consumir, aunque ni siquiera lo necesitemos o lo queramos en verdad.

    Otro tesoro falso es lo que entra por nuestros ojos, “el cuerpo y el vestido”. Esto también abunda en la publicidad. Queremos vernos, vestirnos, y ser como esos influenciadores que tanto observamos día y noche cuando nos metemos en el celular. ¡Ellos son felices! ¡Ellos tienen vidas perfectas! ¡Ellos nunca están preocupados!, al menos eso es lo que nosotros pensamos. Querer vivir la vida que creemos que tienen otros también es fuente de preocupación.

    ¿Y a ti? ¿Qué son esas cosas que tanto te preocupan por estos días?

    ¿Lo material? Lo que quieres tener, lo que quieres comprar, las deudas y cuentas por pagar, el plan de retiro, el seguro médico, la hipoteca, la falta de empleo o quizás un trabajo mejor… como ya dije, son preocupaciones reales, válidas, pero ¿son más importantes que la vida?

    ¿Qué más te angustia? Tu matrimonio, la relación con tus hijos o tu familia, un diagnóstico médico inesperado, la situación de tu país, esas libras de más o de menos, o tal vez esas cosas que te pasan en secreto y que intentas esconder.

    Otros viven ansiosos por el futuro. ¿Qué decía Jesús sobre esto? ¡Volvamos al texto!

    24 Fíjense en los cuervos: no siembran, ni siegan; no tienen almacenes ni bodegas, y no obstante Dios los alimenta. ¿Acaso no valen ustedes mucho más que las aves? (. . .) 27 Fíjense en los lirios, cómo crecen, y no trabajan ni hilan; pero yo les digo que ni Salomón, con todas sus riquezas, llegó a vestirse como uno de ellos. 28 Y si Dios viste así a la hierba, que hoy está en el campo y mañana es echada al horno, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! 29 Así que no se preocupen ni se angustien por lo que han de comer, ni por lo que han de beber. 30 Todo esto lo busca la gente de este mundo, pero el Padre sabe que ustedes tienen necesidad de estas cosas. 31 Busquen ustedes el reino de Dios, y todas estas cosas les serán añadidas.

    Estamos preocupados, ansiosos, y afanados porque estamos buscando tesoros falsos en lugar de los verdaderos, y porque en verdad nos está faltando lo más esencial: la fe en Dios. Nos sentimos así porque lo que debería estar primero en nuestra lista de prioridades, casi siempre es un accesorio o está segundo, tercero, o cuarto en dicha lista.

    Así como hay tesoros falsos, también hay los verdaderos. Ante una vida que es frágil, llena de imprevistos, tribulaciones, y situaciones complejas, Dios nos ofrece el tesoro de la vida eterna. Ante nuestros pecados que nos apartan del propósito del Creador para nuestra vida, nosotros no nos fijamos que Dios está ofreciéndonos perdón, para hacernos sus hijos, Sus amados, Sus herederos, en el Reino que no tiene fin.

    Mis amigos: Vivimos preocupados porque somos hombres y mujeres de poca fe.

    ¿Y qué es la fe?

    La Biblia lo dice con claridad: “la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). En otras palabras, es eso que te lleva a vivir la vida confiado en que hay un Dios más grande que tú, capaz de librarte de tus preocupaciones y darte el tesoro de la vida eterna. Es eso que te lleva a vivir con la convicción de que el hoy es temporal, y el futuro que Dios te ofrece es eterno y mejor que el que tanto te angustia.

    Por lo tanto, para manejar mejor tus preocupaciones, es bueno que comiences a evaluar dónde estás poniendo tu confianza y tu fe.

    Acompáñame un momento a la Cruz del calvario, al lugar donde murió nuestro Salvador. ¿Qué vemos allí?

    ¿No está allí un Jesús solo, sediento, adolorido por sus muchas heridas, semidesnudo, pobre y –quizás lo más importante– inocente?

    Es precisamente esa imagen la que nos recuerda que el Hijo de Dios vino para perderlo todo con el fin de que nosotros obtuviéramos por gracia divina el mayor tesoro de todos: el perdón de pecados, la vida eterna, y la fe que salva.

    Las casas, al igual que ustedes, envejecerán; los hijos se irán algún día; la ropa pasa de moda; los trabajos a veces se acaban o continúan sin nosotros… todo pasa… pero lo que nunca pasa es Dios y su amor por ti.

    Cuando Jesús te dice que no te preocupes, no está diciéndote que todo estará bien y que las aflicciones se irán sin que te duelan. Más bien te está invitando a que confíes en Él, a que tus ojos estén –no en la vida temporal de hoy– sino en la vida eterna que Él te promete, y que confíes en que Él te ama y jamás te dejará solo luchando con tus preocupaciones, tus afanes, y tu ansiedad.

    En el Salmo 55:22 se nos dice: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo”. Algo parecido nos dice también San Pedro, en su primera carta cuando escribe: “Descarguen en él todas sus angustias, porque él tiene cuidado de ustedes” (1 Pedro 5:7). Y Jesús nos dice en Mateo 11:28: “Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar”.

    Jesús, en Su amor, dio Su vida por ti para que a ti no te falte lo que en verdad es eterno: la salvación y el perdón de tus pecados. Cuando tu confianza está en el Señor, y tu fe está puesta en lo que Él ha hecho por ti, todo lo demás, todo lo que en verdad necesitas, todo lo que Dios quiere darte, vendrá a ti conforme a los planes y propósitos del Señor para tu vida. No te preocupes… ¡confía! Amén.

    Recuerda que para saber más sobre Jesús y todos los recursos gratuitos que tenemos para ti, puedes ponerte en contacto con nosotros aquí en CRISTO PARA TODAS LAS NACIONES. ¡Hasta la próxima!