ALIMENTO DIARIO

  • "La lengua"


  • julio 16, 2011
  • De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, ¡esto no puede seguir así! Santiago 3:10De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, ¡esto no puede seguir así! Santiago 3:10


  • Hace unos meses tuve la oportunidad de escuchar a un pastor joven hablar acerca de sus esfuerzos por manejar de la mejor manera un caso especialmente sensitivo con un miembro muy activo de su congregación.

    Tenía que ver con el picnic que la congregación recientemente había organizado. Según parece, esta persona había estado fuera de la ciudad cuando se hicieron los planes para tal evento, y el pastor se había olvidado de informarle acerca de la misma.

    En la víspera del picnic, el pastor se dio cuenta de su omisión, e inmediatamente la llamó por teléfono para informarle e invitarle a participar, aprovechando también para disculparse por su olvido.

    La respuesta que recibió, fue: «Pastor, ya estaba enterada; una de mis amigas ya me lo había dicho. No pierda el tiempo en disculparse, porque eso no va a cambiar nada. ¡Ya estuve rezando para que mañana llueva!»

    No puedo asegurar que el pastor me haya dicho toda la verdad, pero lo que sí es cierto, es que conozco personas y pastores que han tenido ese tipo de dificultades.

    Posiblemente usted también habrá conocido personas que van a la iglesia, que inclinan sus cabezas para orar, que cantan a voz en cuello, pero que también utilizan sus mismas lenguas para criticar y hacer comentarios injustos y destructivos.

    El apóstol Santiago muy sabiamente dice: «Hermanos, no murmuréis los unos de los otros porque nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien se sacrificó por nosotros, muy difícilmente se va a glorificar de esa manera».

    En verdad, es difícil imaginar las almas que se han perdido porque han visto a cristianos confesar en la iglesia a Jesucristo, pero negarlo afuera con sus palabras y sus acciones.
    Todas estas pérdidas tan lamentables se pueden prevenir. Y esto es lo que me gustaría que todos hiciéramos, uniéndonos en un esfuerzo común para manejar de la mejor manera posible nuestra lengua, evitando así que de nuestra boca salgan palabras que no sean edificantes, iluminadoras y enriquecedoras.

    ORACIÓN: Padre celestial, confieso que en este mundo hay muchas cosas que no deberían pasar. Tú sabes muy bien cuando usamos la lengua para herir y ofender. Te pido que, en agradecimiento a que tu hijo Jesucristo vivió, murió y resucitó para darnos la salvación, nos ayudes a ponerle un freno a nuestra lengua, para que la usemos sólo de una forma edificante. En el nombre de Jesús. Amén.

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