Para El Camino
"El amor trasciende las tradiciones"
Presentado el 25 de agosto
Rev. Dr. Hector Hoppe
© 2024 Cristo Para Todas Las Naciones
TEXTO: Marcos 7:1-13
Los fariseos y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén, se acercaron a Jesús y vieron que algunos de sus discípulos comían pan con manos impuras, es decir, sin habérselas lavado. (Los fariseos, y todos los judíos, viven aferrados a la tradición de los ancianos, de modo que, si no se lavan las manos muchas veces, no comen. Cuando vuelven del mercado, no comen si antes no se lavan. Y conservan también muchas otras tradiciones, como el lavar los vasos en que beben, los jarros, los utensilios de metal, y las camas.) Entonces los fariseos y los escribas le preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos impuras?» Jesús les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, cuando escribió: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. No tiene sentido que me honren, si sus enseñanzas son mandamientos humanos." Porque ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, y se aferran a la tradición de los hombres.» [Es decir, al lavamiento de jarros y de vasos para beber, y a muchas otras cosas semejantes.] También les dijo: «¡Qué bien invalidan ustedes el mandamiento de Dios, para mantener su propia tradición! Porque Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre", y también: "El que maldiga al padre o a la madre, morirá irremisiblemente. Pero ustedes dicen: "Basta que alguien diga al padre o a la madre: 'Todo aquello con que podría ayudarte es Corbán' (es decir, mi ofrenda a Dios)", y con eso ustedes ya no permiten que nadie ayude más a su padre o a su madre. Es así como ustedes invalidan la palabra de Dios con la tradición que se han transmitido, además de que hacen muchas otras cosas parecidas.»
Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Los seres humanos somos lo que las tradiciones han hecho de nosotros. Piensa en cosas simples, casi cotidianas, que escuchas y practicas. Llegan nuevos vecinos que vienen de otra región, hacen amistad contigo y en algún momento te invitan a comer un plato tradicional del cual su familia se enorgullece y se deleita. Es solo una comida, piensas tú, pero para tus nuevos vecinos es una forma de mantener contacto con su historia, con sus costumbres, con aquello que los identifica. ¿Qué tradiciones culinarias practicas? ¿Qué tradiciones de tus abuelos o de tus padres inculcas a tus hijos?
Y también están las tradiciones religiosas. Hay países que mantienen una cultura religiosa muy fuerte. Por ejemplo, cada Semana Santa en algunos países hacen una gran procesión que mueve a todo el pueblo para decorar y enriquecer con cánticos y rezos la famosa Vía Crucis. Por tradición, en otros países cada año se celebra una fiesta de acción de gracias. Recuerdo algunas tradiciones en mi pueblo, como la gran fogata popular para la fiesta de San Juan Bautista, y específicamente en mi denominación, comer pescado cada Viernes Santo. ¿De dónde salieron estas costumbres? De la manía que tenemos los seres humanos de hacer un hábito de cualquier cosa. ¿Son malas las tradiciones? ¿Son buenas las tradiciones? Todo depende de lo que hagamos con ellas.
El pueblo hebreo era conocido por sus tradiciones religiosas. En realidad, esas tradiciones les eran muy atractivas a los gentiles que admiraban el celo del pueblo de Israel en cumplir rigurosamente con ellas. Los israelitas eran prolijos, consecuentes, tenían alta moral y necesitaban un solo Dios. Era un pueblo ciertamente admirado, y por eso conseguía seguidores que no eran nacidos de familias hebreas. Con sus costumbres, tradiciones y leyes, ayudaban a mantener la unidad del pueblo.
Mas o menos unos cuatrocientos años antes del nacimiento de Jesús, los judíos recopilaron y pusieron por escrito muchas de sus tradiciones, confeccionando un libro que llamaron la Mishná. Ese libro suponía explicar su religión y aplicarla a la vida diaria, pero Jesús descubrió que esas tradiciones de sus antepasados en realidad apartaban al pueblo de Dios.
San Marcos nos dice que de Jerusalén llegaron a Genesaret unos fariseos y escribas. Esta gente era la que se ocupaba de velar que todo el pueblo siguiera al pie de la letra los reglamentos de la Mishná. Llegó el tiempo en que todas esas tradiciones se transformaron en leyes, que si no se cumplían acarreaban castigo. Aquí tenemos el caso de lavarse las manos antes de comer. Los fariseos fueron a Jesús por lo que vieron en sus discípulos. ¿Qué vieron? Que no se lavaban las manos antes de comer. Pero al contárselo a Jesús le dijeron: "¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de los ancianos?"
El día anterior, Jesús había alimentado a más de cinco mil personas con cinco panes y dos pescados. No me imagino que todas esas personas se hayan lavado las manos ritualmente antes de comer. No había agua disponible y el hambre se hacía sentir. Tampoco me imagino a Jesús diciéndoles: no les voy a dar de comer porque no tienen dónde lavarse las manos. Aquí es donde el amor trasciende las tradiciones, los ritos y las leyes humanas. De la misma manera, en cierta ocasión los discípulos juntaron espigas de trigo para comer mientras estaban de viaje, y las comieron sin haberse lavado las manos. Es por eso que los fariseos y escribas se quejan a Jesús.
No nos cabe duda de que lavarse las manos antes de comer es una sana costumbre. Mi madre no nos dejaba sentar a la mesa si antes no nos lavábamos las manos. Era higiénico, era para cuidar nuestra salud. Pero cuando ciertas prácticas, aunque saludables, se convierten en ley que conlleva castigo si no se cumplen, acarrean un serio problema. Jesús les presenta a los líderes religiosos qué es lo malvado de algunas de sus tradiciones. En la Mishná se había declarado que una persona podía prometer a Dios todos sus bienes. Eso era lo que llamaban Corbán, u ofrenda a Dios. Una vez que los bienes estaban prometidos a Dios, no se podían usar para ninguna otra cosa sin que fuera considerado un sacrilegio. El abuso llegó cuando los judíos ponían por escusa su Corbán, su promesa de servir con sus bienes solo a Dios, y se negaban a ayudar con sus bienes al prójimo, ¡incluso a sus propios padres! Así ustedes, dice Jesús, por seguir las tradiciones de los ancianos, invalidan el mandamiento de Dios. ¿Dónde quedó el cuarto mandamiento divino que dice: "Honra a tu padre y a tu madre"? Las tradiciones y las leyes ceremoniales y rituales de los judíos muchas veces se oponían a la voluntad de Dios. Es más, en la Mishná no hay vestigios de las promesas del evangelio, solo un manual legalista para mostrarse ante el mundo como gente prolija y educada.
Notemos cómo Jesús, en vez de citar el libro de las tradiciones, cita al profeta Isaías para desenmascarar la hipocresía de los fariseos y escribas, diciendo: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. No tiene sentido que me honren, si sus enseñanzas son mandamientos humanos'." Qué magistral el Señor, defendió a sus discípulos y desenmascaró la doble moral de los líderes religiosos.
¿Qué aprendemos nosotros de todo esto? ¿Qué mensaje nos deja Jesús? En la iglesia cristiana alrededor del mundo hay muchos creyentes que tienen una larga historia familiar con experiencia y tradiciones religiosas. En mi caso, puedo remontar la experiencia cristiana de mi familia por varias generaciones que, a pesar de las migraciones y de haber pasado por medio mundo, mantuvieron la fe, la enseñaron a sus hijos y la mostraron a sus vecinos. Junto con la fe y el servicio a Dios, trajeron también muchas tradiciones que se conservan hasta el día de hoy.
Muchos otros creyentes alrededor del mundo no tienen tradiciones cristianas porque hace muy poco tiempo que conocieron el evangelio. Quizás tengan algunas tradiciones y costumbres que definitivamente tendrán que dejar de lado para aferrarse a las promesas del evangelio y a la santa Palabra de Dios. Ellos irán formando sus propias tradiciones y las transmitirán a sus hijos, junto con la fe en el Señor Jesucristo.
¿Son las tradiciones buenas o malas en sí mismas? Las tradiciones son parte de nuestra cultura, y no podemos vivir sin cultura y sin tradiciones. Si lo hiciéramos, nos vaciaríamos de nuestra historia, lo cual no solo es imposible sino que no es conveniente. En toda cultura y en todas las tradiciones religiosas hay elementos sanos y otros no tanto. Aquí Jesús nos confronta con el peligro terrible de perdernos en el camino si las tradiciones y rituales tienen un peso mayor que el evangelio. Jesús dice: "¡Qué bien invalidan ustedes el mandamiento de Dios, para mantener su propia tradición!... Ustedes invalidan la palabra de Dios con la tradición que se han transmitido." No sabemos nada de la reacción de los fariseos y escribas ante estas palabras de Jesús. Los evangelios registran que algunos de ellos fueron seguidores de Jesús, aunque en secreto, por miedo a la represalia de los demás líderes. Muchos, sin embargo, se complotaron para llevar a Jesús a juicio y a la muerte. Las tradiciones de sus antepasados tenían, para ellos, supremacía a la Palabra de Dios.
Jesús deja bien en claro cuál es el pecado. Si una tradición anula el mandamiento divino, es pecado. Jesús le dio prioridad a la ley del amor, al servicio al prójimo sobre ciertos rituales. En los versículos que siguen, Jesús les explica a sus discípulos que lo que contamina a las personas no es tener las manos sucias, sino lo que tienen en el corazón, la incredulidad, la obstinada resistencia al llamado al arrepentimiento que Dios hace cada día, la manipulación de los mandamientos divinos para acomodarlos a lo que la presente sociedad corrupta requiere.
Los fariseos y demás líderes religiosos tuvieron éxito en su empresa en sacarse a Jesús del medio. Ellos no querían a alguien que no siguiera al pie de la letra sus legendarias tradiciones. Y lograron llevarlo ante Pilato donde Jesús, obediente a la ley de su Padre, no abrió la boca para defenderse de esa injusticia, sino que dejó que su amor por la humanidad perdida y condenada tuviera supremacía. Para Jesús solo valían la ley de Dios y su gracia generosa que llama a todos los pecadores al arrepentimiento. Y porque Jesús se sometió a la ley divina que lo condenó a muerte, pudo pagar por todos nuestros delitos, nuestras faltas y nuestras debilidades. Él se entregó a la muerte para poder resucitar a la vida nueva, a la vida que ahora puede transmitir a cada uno de sus hijos redimidos.
Jesús no logró nuestro perdón mediante tradiciones de los antepasados, sino sometiéndose estrictamente a la ley ¡que él mismo había creado! No le dio vueltas al asunto, no trató de encontrar otra manera de vencer al diablo y a la muerte. La única forma era seguir fielmente el plan que su Padre en el cielo había preparado desde la eternidad.
Tú y yo, estimado oyente, somos los beneficiados de tanto amor, de tanta entrega, de tanta lucha de Jesús contra hipócritas, contra el diablo, y contra la muerte. A todos él venció motivado por su obediencia al Padre, a la Palabra de Dios y al amor que nos tiene. Teniendo a Jesús, lo tenemos todo.
¿Qué hacemos con nuestras tradiciones? Las examinamos frente al espejo de la Palabra de Dios, disfrutamos algunas que son sanas y edificantes, y descartamos aquellas que puedan dañar nuestro servicio de amor a Dios y al prójimo. Que la Paz del Señor sea contigo, estimado oyente, y que la fuerza y la sabiduría del Espíritu Santo te contengan y animen en tu servicio cristiano.
Y si el tema de hoy ha despertado tu interés en aprender más sobre el Señor Jesús y su amor por ti, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.