Para El Camino
"Más que el pan de cada día"
Presentado el 4 de agosto
Rev. Germán Novelli Oliveros, Predicador invitado
© 2024 Cristo Para Todas Las Naciones
TEXTO: Juan 6:22-35
Al día siguiente, la gente que estaba al otro lado del lago vio que allí no había habido más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. Pero otras barcas habían arribado de Tiberias, cerca del lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, entraron en las barcas y fueron a Cafarnaún, para buscar a Jesús. Cuando lo hallaron al otro lado del lago, le dijeron: «Rabí, ¿cuándo llegaste acá?» Jesús les respondió: «De cierto, de cierto les digo que ustedes no me buscan por haber visto señales, sino porque comieron el pan y quedaron satisfechos. Trabajen, pero no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual el Hijo del Hombre les dará; porque a éste señaló Dios el Padre.» Entonces le dijeron: «¿Y qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?» Jesús les respondió: «Ésta es la obra de Dios: que crean en aquel que él ha enviado.» Le dijeron entonces: «Pero ¿qué señal haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué es lo que haces? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, tal y como está escrito: "Pan del cielo les dio a comer."» Y Jesús les dijo: «De cierto, de cierto les digo, que no fue Moisés quien les dio el pan del cielo, sino que es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Y el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.» Le dijeron: «Señor, danos siempre este pan.» Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
¿Qué sería de los mexicanos sin sus famosas tortillas con las que hacen sus ricos tacos y sus platos más tradicionales? Las quesadillas, las gorditas, los burritos... y pudiera pasarme el día hablando de la magia que tiene México y su gastronomía. Todo alrededor de algo tan simple y común, pero importantísimo, como una tortilla.
Ni hablar de las deliciosas pupusas salvadoreñas, los nacatamales de Nicaragua, o el Pao de queijo (o pan de queso) de los brasileños, e inclusive las hamburguesas norteamericanas. Y qué me dicen de las famosas arepas, las cuales aún no sabemos si son de Venezuela o de Colombia. Lo mismo nos pasa con las empanadas, que no sabríamos decidir cuáles son más ricas, si las argentinas o las chilenas. ¡Un duro debate!
Como vemos, cada país de Latinoamérica y el mundo tiene su propia comida icónica, y en muchos casos estos platillos son parte de la cultura y el día a día de cada región. Después de todo, la comida -- siempre y cuando se lleve sin excesos -- es una parte esencial de nuestra vida, y es algo que nos da placer, vitalidad, y la bendición de compartir con otros. No en vano, los evangelios nos muestran constantemente a Jesús a la mesa con muchas personas, haciendo su ministerio en el contexto de una comida con quienes le seguían.
El texto bíblico de este domingo es la continuación de uno de los milagros más famosos de Jesús, y una de las proezas gastronómicas más increíbles de su época: alimentar a miles de personas con solo unos trozos de pan y un par de pescados.
La gente que estuvo allí indudablemente tuvo que sorprenderse. Quizás muchos de ellos andaban entre la incredulidad, el shock, y el asombro. ¿Pero quién es éste que es capaz de alimentar a tantos con tan poco?, seguro se preguntaban. Mientras que algunos quizás ni cuenta se dieron que Jesús había hecho un milagro, y sin embargo optaron por seguirle por aquello de la comida gratis.
No cabe duda de que las reacciones pudieron ser múltiples, y se comparan un tanto con las que hoy tienen muchos sobre Jesús: a algunos les llama la atención el Jesús asombroso y poderoso, y otros simplemente se acercan por curiosidad o queriendo conseguir algo a cambio. Así lo dice Jesús en los versos 26 y 27 del texto de esta semana: «De cierto, de cierto les digo que ustedes no me buscan por haber visto señales, sino porque comieron el pan y quedaron satisfechos. Trabajen, pero no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual el Hijo del Hombre les dará; porque a éste señaló Dios el Padre» (Juan 6:26-27).
Jesús se hacía cada vez más famoso. Ya las personas comenzaban a hablar más y más sobre Él. Sabían de algunos de sus milagros, lo habían escuchado predicar y enseñar con autoridad, y ya sus seguidores se contaban por miles. Pero el punto acá es ¿Por qué pasaba esto? ¿Será que lo seguían porque reconocían que venía de Dios y que era el Mesías, o simplemente porque querían ver señales o beneficiarse de esas señales? Al parecer Jesús no ve en ellos una fe que lo busca y recibe para salvación, sino una fe basada en lo terrenal que trata de tenerlo como una fuente de alimentación o provisión. Aparentemente, los galileos de nuestro evangelio querían a un cocinero, un sanador o un maestro, y no a un salvador. Es por eso que Jesús les explica: el pan que tengo para darles no es el que quieren, sino el que necesitan... No es un pan para el hoy, sino uno para la eternidad.
Este pan del que hablaba Jesús era diferente al que les había dado el día anterior. Este pan era inclusive diferente al que recibieron los Israelitas en el desierto en los tiempos de Moisés, al que llamaron maná. Porque estos panes eran materiales, eran un alimento maravilloso dado por Dios en días de necesidad pero que no duraban para siempre, ya que al rato el hambre de seguro volvería.
En los versos 32 a 34, Jesús les dice algo más: «De cierto, de cierto les digo, que no fue Moisés quien les dio el pan del cielo, sino que es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Y el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.» Le dijeron: «Señor, danos siempre este pan» (Juan 6:32-34).
Muchas personas se acercan a Jesús buscando el maíz para los tacos o la harina de las arepas, pero no la salvación que dura para toda la vida. Algunos se preocupan tanto por el hoy y el ahora, que se olvidan de estar listos para el mañana. A menudo en nuestras oraciones es más lo que pedimos que lo que agradecemos; y es tanto lo que le exigimos a Dios, que nos olvidamos por completo de lo que Él pide de nosotros. Sin embargo Dios, en su infinita misericordia y amor por todos sus hijos, nunca olvida nuestras necesidades esenciales para nuestra vida. Él provee. En lo poco o en lo mucho, Él se ocupa de sostenerte para esta vida con el pan de cada día, y para la venidera con la fe en Jesucristo, que es el pan de vida pan para la eternidad.
Cuando oramos en el Padre Nuestro: "Danos hoy nuestro pan de cada día", los creyentes sabemos que pedimos más que pan. En los catecismos de la Iglesia se habla de que no es solo pan, sino todo lo necesario para vivir: desde la ropa que vestimos hasta la casa en la que vivimos. Sabemos que en esta petición también pensamos en "...todo lo que es necesario para tener el pan cotidiano y disfrutar de él y, por otra parte, también te diriges contra todo lo que pueda ser impedimento para obtenerlo. Por lo tanto, debes abrir tus pensamientos y extenderlos no sólo sobre el horno y el harinero, sino sobre el campo abierto y sobre toda la tierra que produce el pan de cada día y toda suerte de alimentos y nos los brinda. Si Dios no lo hiciera crecer, lo bendijera y lo conservara en el campo, jamás sacaríamos pan del horno, ni tendríamos qué poner en la mesa." (Catecismo Mayor del Dr. Martín Lutero. El Padre Nuestro. IV Petición)
Dios se ocupa de cada detalle, en lo mucho y en lo poco, en la pobreza y en la riqueza, Él cuida de ti. Y la pregunta que quisiera que fuera tu reflexión en este día es esta: ¿Qué quieres de Jesús? ¿El pan de cada día para el hoy o el pan de vida que te salvará en la eternidad? Oro para que al igual que los galileos en los tiempos de Jesús, tú también digas: Señor, dame de este pan. Y si es así, Él te responderá: «Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás» (Juan 6:35).
Dios nos ha dado en Jesús un Salvador que provee para el hoy y para el mañana. Jesús es el regalo de Dios que vino del cielo, y quien en su sacrificio en la cruz, llena de perdón, salvación y vida eterna a todos los corazones que le creen y le aman. Es precisamente Jesús el alimento espiritual de cada día, y quien nos bendice con una fe que recibe en gozo el alimento espiritual de Su Palabra y sus Sacramentos.
Jesús vino al mundo a sentarse en la mesa de los pecadores de este mundo, y en ella comió y bebió el amargo platillo de la muerte y el dolor de tus pecados y los míos, para que por su sacrificio nosotros tuviéramos un asiento en la mesa del banquete celestial donde Él mismo nos ha prometido un lugar. Por lo tanto, el pan material que Dios te da nace de su amor y compasión por ti, pero te invita también a ver algo que está por encima de todo, y es Cristo como pan de vida, que viene a ti por gracia de Dios, que busca alimentarte para la vida eterna, y que te da salvación ante la inminente muerte y sed eterna que merecen los pecadores que se niegan a arrepentirse.
Jesús sabe que cada pecador es un ser hambriento y sediento de Él, que necesita más que pan material para poder vivir. Para eso tenemos a Cristo, para eso abrimos la Biblia, para eso nos acercamos a la mesa del Señor, para poder comer de ese pan de vida, para ser alimentados y nutridos para el mañana, para que en nosotros haya el deseo de buscar a Cristo, no solo para cubrir las necesidades del hoy, sino para tener vida en el mañana.
Mejor que unos tacos, una arepa o una empanada... mejor inclusive que el maná en el desierto... es el pan que viene del cielo, el pan de vida que es Jesús, el pan que te alimenta con perdón para tus pecados y salvación eterna de la muerte y la condenación... porque en Jesús Dios nos da lo que necesitamos, que siempre es mucho más y mejor que lo que queremos... Amén.
Si quieres conocer más de Jesús y de lo que ha hecho, hace y hará en tu vida, a continuación le diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones.