Para El Camino
"Corazones duros"
Presentado el 3 de octubre
AUTOR: Rev. Dr. Ken Klaus, Orador Emérito, The Lutheran Hour
Rev. Héctor Hoppe
© 2024 Cristo Para Todas Las Naciones
TEXTO: Marcos 10:2-5
En eso, unos fariseos se le acercaron y, para ponerlo a prueba, le preguntaron: ¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa? ¿Qué les mandó Moisés? -replicó Jesús. Moisés permitió que un hombre le escribiera un certificado de divorcio y la despidiera -contestaron ellos. Esa ley la escribió Moisés para ustedes por lo obstinados que son -aclaró Jesús.
Hace unos años conocí a un pastor que tomaba muy en serio la consejería pastoral. Era una persona bastante peculiar, por lo que hacía cosas que otros predicadores ni siquiera se atrevían a intentar. Una pareja de su congregación me contó que una vez ellos habían ido a conversar con él porque querían recibir su aprobación y bendición para divorciarse. Normalmente, las personas que están pensando en divorciarse no van a hablar con el pastor; pero, como dije antes, este pastor era una persona especial, por lo que creyeron apropiado ir a comunicárselo.
La conversación, al menos como me la contaron algún tiempo después, empezó así: "Pastor, en los últimos tiempos las cosas han sido un poco difíciles entre nosotros, por lo que hemos decidido divorciarnos y quisiéramos que usted y la iglesia aprueben lo que estamos haciendo". Lo que esta pareja esperaba era que la respuesta fuera algo así como: "¿Divorciarse? Bueno, si ya han tratado de arreglar las cosas y no han podido, no queda más que divorciarse, así que sepan que cuentan con mi bendición y total aprobación". Eso era lo que esperaban que les dijera, pero no fue lo que les dijo.
Al contrario, el pastor se dirigió primero al esposo, y le dijo: "Las Escrituras dicen que debes amar a tu esposa como Jesús amó a la iglesia... eso significa que debes entregarte a ella y que debes hacer lo que sea necesario para protegerla, incluyendo dar tu vida por la de ella si fuera necesario, pues eso es lo que Jesús hizo". Luego bajó la voz, y dijo: "¿Crees poder amar a tu esposa de esa forma?" La esposa lucía muy segura al escuchar al esposo sonreír nerviosamente y decir: "Usted debe estar bromeando. Después de todo lo que ha ocurrido entre nosotros, es imposible amarla de esa forma". El pastor asintió con la cabeza y entonces se dirigió a la esposa, quien sonreía de oreja a oreja, y le dijo: "La Biblia dice que, como esposa, debes ayudar y respetar a tu compañero, pues eso es lo que presuntamente tú eres: una ayuda para él. Imagino que quieres dar el ejemplo y hacerlo así. ¿Estoy en lo correcto?" Ella dejó de sonreír inmediatamente, y no dijo ni una palabra. Sólo movió la cabeza de lado a lado, diciendo "no".
Ambos seguían esperando que el pastor les diera la bendición para divorciarse. Luego de una pausa, el pastor volvió a decir: "Ya que no podemos comenzar con el ideal que describe la Biblia (y sé que es muy difícil de lograr), ¿qué tal si tratamos otras ideas de Jesús? ¿Recuerdan que el Salvador dijo que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos?" El pastor no había terminado de decir eso, cuando ambos esposos empezaron a responder criticando al otro y defendiéndose a sí mismos. Al pastor le parecía estar en medio de un campo de batalla donde volaban las acusaciones, los insultos y las recriminaciones. Pasó un buen rato hasta que se quedaron sin aliento y tuvieron que parar para tomar un poco de aire.
Cuando la pareja se preparaba para el segundo enfrentamiento, el pastor intervino, diciendo: "Creo que podemos dejar de lado la idea de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos". Por primera vez ese día, y quizá en muchos días, ambos estuvieron de acuerdo. El pastor agregó: "Cuando de pelear se trata, ustedes dos parecen ser expertos". Y enseguida les preguntó: "Díganme: ¿alguna vez alguno de ustedes ganó una de estas peleas?" El esposo dijo: "Ella cree que las gana todas". A lo que ella dijo: "Es cierto, las gano todas porque pienso, cosa que contigo no sucede". Al ver que perdía el control, el pastor continuó: "Ustedes vinieron a pedir mi aprobación, así es que se la voy a dar...". Los esposos se miraron con una expresión de victoria en el rostro. El pastor, sin hacer pausa, agregó: "... pero lo haré si primero están dispuestos a hacer un pequeño experimento durante tres semanas. Es obvio que ustedes no pueden amar como Jesús y que ni siquiera como prójimos admiten poder amarse, así es que trataremos lo siguiente: la Biblia dice 'ama a tus enemigos y haz el bien a quienes te persiguen'. Eso es lo que les pediré que hagan en el transcurso de las próximas tres semanas. Si realmente son enemigos, entonces sean enemigos cristianos. Esto significa que, si uno de ustedes hace algo que al otro le molesta, en vez de vengarse, el otro hará algo bueno a cambio".
No conozco a ningún otro pastor capaz de lograr lo que ese pastor logró, ya que, sorprendentemente, la pareja hizo caso de su consejo. Al principio fue increíblemente difícil: cuando uno de ellos agredía al otro, éste respondía con misericordia. Poco a poco, las constantes y sangrientas batallas fueron cada vez menos frecuentes e intensas. Al romper la rutina de los malos hábitos practicados por años, las peleas se convirtieron en escaramuzas, las escaramuzas en discusiones y las discusiones finalmente llegaron al punto en que resultaron no ser tan graves. Una vez más comenzaron a reír juntos y literalmente dejaron de odiarse, volviendo a descubrir lo que los había atraído cuando recién se habían conocido. Esta pareja progresó de amarse mutuamente como enemigos a amarse como prójimos y finalmente, aunque no sin dificultad, a amarse mutuamente como Dios quiere que las parejas se amen.
El amor es un tema interesante. Donde sea que uno va se encuentra con personas que hablan, escriben, o cantan sobre el amor. La gente de toda edad pareciera estar fascinada con el amor, o la falta de él. Así lo demuestra, por ejemplo, el éxito que tienen las telenovelas y los otros programas de televisión que cuentan acerca de la vida de las parejas famosas.
Me pregunto: si son tantos los que se ocupan del amor y los que hablan del matrimonio: ¿por qué es tan difícil hacerlo funcionar? ¿Por qué falla tantas veces? ¿Por qué es que la comunidad homosexual está tan ansiosa por poder casarse, y la comunidad heterosexual tan dedicada a evitarlo? ¿Por qué es que, cuando se menciona el pacto matrimonial instituido por Dios, muchos se asustan y huyen?
Veamos algunas respuestas. Todos hemos conocido o visto a alguna pareja que, incluso después de 50 o 60 años de casados, aún caminan tomados de la mano, se miran con cariño a los ojos e intercambian un beso en público. De alguna manera, esas parejas han logrado algo que la mayoría parece no lograr en estos días. Pero, lamentablemente, ninguna de ellas ha desarrollado una fórmula que nos garantice que, si la aplicamos correctamente, va a darnos los mismos resultados que a ellos.
Si le preguntan a esas parejas cuál es el secreto de su éxito, lo cual he hecho, no sabrán qué contestar. Ellos saben que son diferentes; después de todo, han visto a muchos de los matrimonios de sus amigos llegar a un lento y agonizante fin, pero no están seguros de qué es lo diferente. Pero si observamos y escuchamos atentamente, encontraremos algunas pautas. Por ejemplo, encontraremos que ellos creen que son los padres, y no los hijos, los que deben encargarse del hogar. Encontraremos que, cuando no están de acuerdo en algo, no se contradicen o disminuyen frente a sus hijos. Encontraremos que creen que hay que disciplinar a los hijos, pero que hay que hacerlo con amor y por amor.
Algunas parejas han compartido algunas ideas que creen podrían ayudar a mantener sólido a un matrimonio. Una dijo: "Siempre nos propusimos tratarnos el uno al otro mejor que como tratamos al empleado de la tienda". Otra pareja comentó: "Cada semana, en nuestra casa teníamos tres comidas en familia para las cuales todos debían estar presentes, sin excepciones. Los niños podían tener un invitado, pero debían estar presentes". Otra dijo: "Tanto en los momentos buenos como en los malos, se esperaba que todos nos juntáramos para celebrar o apoyar a quien lo necesitara. Reímos y lloramos juntos".
Todas estas son muy buenas ideas y consejos, pero ninguno da respuesta a la pregunta: "¿Qué le ha sucedido al amor? ¿Qué le pasó al matrimonio?"
Si realmente quiere una respuesta a estas preguntas, tiene que regresar a la universidad conmigo, pues fue allí donde yo la encontré. Era un sábado. Hacía muchos días que no lavaba ropa, así que fui a la lavandería, puse la ropa y el detergente en la lavadora, metí las monedas en las ranuras de la máquina, y me senté tranquilamente a leer una revista. Después de una hora, vi que mi ropa se había transformado. Es cierto que estaba limpia, pero no me refiero a esa transformación, sino que mi ropa interior y mis camisas blancas habían quedado rosadas, y mis buzos se habían encogido... mucho. Cuando llamé por teléfono a mi madre para preguntarle qué hacer, lo primero que dijo fue: "¿Lavaste la ropa de color junto con la ropa blanca? ¿La lavaste con agua caliente?" A lo que respondí que sí (era más barato y más rápido poner toda la ropa junta en una misma tanda). Fue en ese momento que mi madre me dio la fórmula para un buen matrimonio. Ella dijo: "Hijo, debes leer las instrucciones del fabricante."
Así como a mí no se me había ocurrido leer las instrucciones del fabricante antes de lavar la ropa, de la misma forma a la mayoría de las personas no se les ocurre, o no quieren, consultar las instrucciones del creador del amor y del matrimonio. Si duda de lo que digo, lea el capítulo 10 del Evangelio de Marcos, donde encontrará que algunos fariseos trataron de engañar a Jesús al hacerle una pregunta acerca del divorcio: "¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa?" Era una pregunta maliciosa, porque sin importar la respuesta que diera, Jesús iba a ser criticado. Pero Jesús evitó la trampa al preguntarles a ellos: "¿Qué dice Moisés sobre el divorcio?" A lo que los fariseos respondieron: "Moisés permitía que nos divorciemos de nuestras esposas". Entonces Jesús les dijo: "Sí, es cierto que Moisés les permitió divorciarse, pero sólo porque ustedes son de corazón duro, porque lo que Moisés permitió no es lo que Dios quiere". Jesús, siendo el creador del amor y del matrimonio, sabía cómo funcionaba esa cosa llamada amor. Y aún lo sabe. Pero muy pocos lo consultan, lo que es una pena, porque de hacerlo podrían evitarse muchos corazones quebrantados y hogares deshechos.
Ahora es cuando se pone interesante. ¿Sabe qué le diría el Creador si usted lo consultara acerca del amor y del matrimonio? Es muy simple. Él le diría: "ama como Jesús amó". Cuatro palabras. Eso es todo. Ese es el secreto. Qué contraste con lo que nos enseña la sabiduría humana, que dice: "No se casen; al menos no enseguida. Primero vivan juntos unos años para ver si son compatibles".
Déjeme decirle lo siguiente: Si usted va donde un vendedor de autos y le dice que quiere probar un vehículo nuevo por unos cinco años, ¿le parece que se lo va a permitir? Por supuesto que no. Nunca sucederá, porque el vendedor sabe que en algún momento, dentro de esos años, el vehículo va a necesitar alguna reparación, y también sabe que, como el auto no es suyo, usted no se va a hacer cargo de repararlo, sino que lo va a cambiar por otro. Lo mismo se aplica al matrimonio. Es por ello que la sabiduría de Dios es superior.
Dios, el creador del amor y del matrimonio, nos dice: "ama como Jesús amó". Usted se preguntará: ¿y cómo amó Jesús? La respuesta no es fácil, porque es difícil poner en palabras algo tan maravilloso. Lo que le puedo decir es esto: Jesús nos amó no por nosotros, sino a pesar de nosotros. Cuando Dios puso a la humanidad en el Jardín del Edén, la humanidad lo rechazó. Nuestros primeros padres dijeron: "Creemos que podemos ser mejores", y trataron de serlo. Pero el resultado fue un desastre. Sin embargo, y aun cuando nosotros habíamos rechazado a Dios, Dios no nos rechazó, sino que continuó amándonos. Y nos amó tanto, que envió a su Hijo a salvarnos.
Lea los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento, y verá cuánto nos amó Jesús. Verá cómo Jesús siguió amando aun después de haber sido rechazado. Los poderosos de la sociedad trataron de derrocarlo, y los líderes religiosos trataron de manchar su reputación, pero Jesús siguió amando. Cuando lo insultaron, no tomó represalia; cuando no lo entendieron, o a propósito malinterpretaron su misión de salvación, Jesús no se enojó con ellos ni los abandonó. Cuando lo abandonaron, no dijo: "menos mal que se fueron; igual no servían para nada". No. Aun en medio de todas estas situaciones, Jesús siguió amando.
'Ama como Jesús amó.' ¿Qué significa esto? Significa entregarse al otro. Eso es lo que Jesús hizo. Jesús se entregó totalmente en todo momento, sin excepciones, sin concesiones, ni variaciones o dudas. Jesús nació porque nos amaba, y porque nos amaba se dejó clavar a la cruz. Él nos amó con un amor poderoso, efectivo y profundo. Él no nos amó por obligación, ni porque somos lindos, ni porque nosotros le amamos a él. Jesús nos amó porque así era él. ¿Qué significa esto para nosotros? Significa que debemos amar entregándonos completamente... hasta el último pedacito de nuestro ser, sin reservas. Significa que debemos amar tanto, que lo único que nos debe importar es el bienestar terrenal y la salvación eterna de la otra persona. Así amó Jesús. Ese amor por usted y por mí, dado por voluntad propia, fue lo que lo retuvo de vengarse cuando lo golpearon, cuando dijeron mentiras acerca de él, y cuando lo escupieron, lo golpearon y le pusieron una corona de espinas. Ese amor hizo que dijera: 'moriré para que tengan vida', y lo mantuvo en la cruz hasta el final. Eso es lo que significa amar como Jesús amó.
¿Qué pasaría si nosotros hiciéramos lo mismo? ¿Qué pasaría si los matrimonios se amaran con el mismo amor con que Jesús nos amó? ¿Qué sería diferente en nuestra vida y en nuestros hogares? Si usted está pensando: "Lo intentaré... pero si mi esposa también lo hace", aún no ha entendido. El amor se da como se da un regalo, y no para recibir algo a cambio. Si no, en vez de ser un regalo, es una inversión. Las Escrituras son muy claras: 'Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo...' Dios no invirtió a su Hijo. Gracias a que Jesús amó tanto como para vivir, morir y resucitar por nosotros, a todos los que creen en él sus pecados les son perdonados, sus días son cambiados y sus mañanas son transformadas. Amar como Jesús amó. Ese es el secreto.
Si desea saber más acerca del misericordioso amor de nuestro Señor, a continuación le diremos cómo comunicarse con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.