Para El Camino
"El justo honesto y los 'justos' deshonestos"
Presentado el 18 de julio
Rev. Dr. Hector Hoppe
© 2024 Cristo Para Todas Las Naciones
TEXTO: Jeremías 23:1-6
«¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan a las ovejas de mi rebaño!» Por tanto, así ha dicho el Señor y Dios de Israel a los pastores que apacientan a su pueblo: «Ustedes dispersaron a mis ovejas. No se hicieron cargo de ellas, sino que las espantaron. Por eso ahora voy a hacerme cargo de ustedes y de sus malas obras. Yo mismo reuniré al resto de mis ovejas. Las haré venir de todos los países por los que las esparcí, para devolverlas a sus apriscos. Allí se reproducirán y se multiplicarán. A cargo de ellas pondré pastores que las cuiden y alimenten, Y nunca más volverán a tener miedo ni a asustarse, y ninguna de ellas se perderá. Vienen días en que haré que un descendiente de David surja como rey. Y será un rey justo, que practicará la justicia y el derecho en la tierra. Durante su reinado, Judá estará a salvo, e Israel podrá vivir confiado. Y ese rey será conocido por este nombre: "El Señor es nuestra justicia."
Comenzamos esta reflexión bajo la bendición de Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Amén.
Hace ya muchos años, mi esposa y yo comenzamos una familia. Tuvimos una hija, luego un hijo, y esto nos gustó tanto que queríamos más. Yo buscaba en mi mente qué nombre le pondríamos a nuestro próximo hijo. A mí se me ocurrió que, si era varón, se podía llamar Jeremías. Le comenté esto a un hermano de la iglesia, un hombre mayor y muy firme en el servicio cristiano. Su respuesta fue —por decirlo en una forma suave— muy interesante. Me dijo: "Pero pastor, ¡por qué ponerle a un hijo el nombre de ese profeta llorón y quejoso!" Tal vez este hermano tenía en mente más que nada el libro de las Lamentaciones de Jeremías. Nuestro tercer hijo no se llamó Jeremías, porque, después de todo, yo no era el único que tomaba decisiones.
¡Pobre profeta! No se merece que lo llamemos quejoso y llorón. Él fue, más bien, uno de los más valientes emisarios de Dios que con todo su corazón llamó al pueblo de Judá al arrepentimiento. Tal vez tenemos una imagen romántica del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Después de todo era el pueblo elegido, tenía un templo fantástico y un sistema de sacrificios y rituales de primer nivel. Pero nada de eso parecía importarles a los judíos. Jeremías profetizó en una época en que el pueblo de Dios estaba muy entretenido viviendo a su manera, sin tomar en cuenta los mandamientos divinos. Lo que era peor, es que no tenían ninguna intención de llevar adelante la misión de ser una bendición a otras naciones, tarea para la cual Dios los había elegido. Los reyes de Judá solo pensaban en sí mismos. Los dignatarios y nobles se aprovechaban de su buena posición para vivir ignorando lo que pasaba a su alrededor, y el resto del pueblo solo hacía lo que quería, menos andar por los caminos de Dios. ¡Con razón tanto enojo, tanta queja y lamento! Dios mismo estaba enojado. El profeta no era otra cosa que el rostro de Dios ante su pueblo.
Por esos días Nabucodonosor, el poderoso rey de Babilonia, sitió la ciudad de Jerusalén. El rey de Judá, Sedequías, esperaba un milagro parecido al que Dios había hecho años antes, cuando envió ángeles para destruir a los asirios que querían apoderarse de su territorio. Incluso envió emisarios a Jeremías para ver si él anunciaba el apoyo del Dios que los había elegido. Pero no dio nunca muestras de arrepentimiento; solo quería usar a Dios para sus fines personales. Lo que recibió como respuesta fue la tajante declaración del profeta: "¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan a las ovejas de mi rebaño! Por tanto, así ha dicho el Señor y Dios de Israel a los pastores que apacientan a su pueblo: 'Ustedes dispersaron a mis ovejas. No se hicieron cargo de ellas, sino que las espantaron. Por eso ahora voy a hacerme cargo de ustedes y de sus malas obras'" (vv 2-3).
Los pastores de Judá eran los reyes que tenían la función de reinar y pastorear sobre el pueblo de Dios. Pero lejos de hacer eso, siguieron sus propios delirios. Es un gran pecado dispersar a las ovejas de Dios y dejarlas libradas a su propia suerte. Las ovejas necesitan un líder serio, honesto y misericordioso que provea por ellas. Sedequías, el rey de turno, debía hacer honor a su nombre, que significa: "El Señor es mi justicia." Pero él fue más bien lo opuesto: fue uno de esos tantos justos deshonestos que solo tienen el nombre de justos. A él, y a todos los que se negaban a arrepentirse de sus pecados, les vendrá oportunamente el castigo divino. Esto es lo que Jeremías quería evitar; aún más, era lo que Dios quería evitar. Pero como Dios es un justo honesto, tiene que obrar de acuerdo con sus propios principios: castigar al pecador insolente y perdonar al pecador arrepentido.
El profeta Jeremías trae ahora un mensaje diferente, un mensaje que es como agua fresca para las ovejas sedientas. El amor de Dios entra en acción una vez más, y promete que las ovejas de Judá serán reunidas desde todas partes del mundo y puestas a resguardo en el aprisco de Dios. En el aprisco, la iglesia, tendrán "pastores que las cuiden y alimenten, y nunca más volverán a tener miedo ni a asustarse, y ninguna de ellas se perderá" (v 3). Esta es una de las razones por las que me gusta el profeta Jeremías: porque anuncia al rey justo, al justo honesto que Dios enviará en el momento oportuno y que tendrá por nombre Jesús. Así dice el profeta: "Vienen días [dice el Señor] en que haré que un descendiente de David surja como rey. Y será un rey justo, que practicará la justicia y el derecho en la tierra... Durante su reinado, Judá estará a salvo, e Israel podrá vivir confiado. Y ese rey será conocido por este nombre: 'El Señor es nuestra justicia'" (vv 5-6). Cuánto consuelo, cuánta tranquilidad y cuánta esperanza ofrecen estas palabras al pueblo de Judá, y al pueblo de Israel, y al pueblo cristiano de hoy.
¿Han notado la ironía? Sedequías cuyo nombre significa: "El Señor es mi justicia", fue todo menos justo. Sedequías fue un rey deshonesto que no cumplió con su misión. El nuevo rey que Dios enviará en la persona de Jesús será conocido por el nombre: "El Señor es nuestra justicia." Él será un justo honesto, que tendrá como tarea buscar desde todas partes del mundo a las ovejas dispersadas para reunirlas en la iglesia de Dios. Pero hay que notar algo más en el significado de este nombre. Jesucristo no es solo el rey que gobierna a su iglesia con la fuerza de su gracia y la guía del Espíritu Santo. Jesucristo es también el rey/pastor que pastorea a su iglesia con misericordia. Jesucristo es todavía más que eso, es una oveja más del rebaño, un tanto especial, porque es honesto, santo y justo, una oveja sin mancha, que se ofreció en sacrificio para morir por nosotros pecadores. Esa fue la forma en que Dios eligió hacernos justos. En vez de condenarnos por nuestra desobediencia, colgó de la cruz a su Hijo, el Cordero sin macha, predicado en el Nuevo Testamento como "El Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). Así, este sacrificio de muerte nos trajo a nosotros vida; así, Jesús se hizo nuestra justicia. Ahora los creyentes somos justos delante de Dios porque somos perdonados, sí, aun cuando no lo merecemos.
Yo me considero una oveja afortunada que en lugar de estar bajo el reinado de Sedequías está bajo el reinado y el cuidado pastoral del Señor Jesús. Tal vez tú también te consideres afortunado por haber sido encontrado por Dios y traído a su redil. Por eso, debemos estar eternamente agradecidos. Gracias a que Dios mismo se hizo cargo de pastorearnos, tenemos paz en esta vida y la esperanza segura de la vida eterna junto con todos los redimidos.
Pero Dios no nos rescató para dejarnos en un corral. Dios no es aburrido, no nos corta las alas, no es controlador ni posesivo. Él nos salvó para darnos libertad, para que nuestras conciencias sean sanadas de toda culpa y para que nuestra visión sea más clara. A causa de Jesús, ahora podemos ver mejor y más lejos. Podemos ver que tanto dentro como fuera del redil de Dios hay muchos que sufren culpas, inseguridades, miedos, que viven asustados de lo que les puede pasar a ellos o a sus seres queridos. Los que están fuera del redil no saben que hay un buen pastor que quiere acercarlos a Dios, que derramó su propia sangre para conseguirles el perdón de los pecados. Ahora vemos a las otras personas y, aunque no simpaticemos con algunas de ellas, podemos mirarlas con compasión, así como Dios nos miró a nosotros. Podemos extender la mano para acariciar. Podemos extender nuestros brazos para ayudar a tantos que lo necesitan. Podemos usar el don de la palabra para compartir con otros la forma maravillosa en que Dios nos hizo justos delante de él.
¿De qué parte del mundo vienes? Es muy posible que quienes leen o escuchan este mensaje estén muy lejos de donde yo estoy, o tal vez no tanto pero han venido de muy lejos. Aquí es donde tenemos que ver cómo la profecía de Jeremías se cumple una vez más: "Yo mismo [dice el Señor] reuniré al resto de mis ovejas. Las haré volver de todos los países por los que las esparcí, para devolverlas a sus apriscos, allí se reproducirán y se multiplicarán" (v 3).
Estimado oyente, todas las personas somos pecadores. No importa si somos de la clase política o miembros de alguna familia acomodada, si hijos de pastores o itinerantes que van de un lado para el otro sin residencia fija en busca de una vida mejor o al menos de algo para comer y alimentar a nuestras familias. No importa nuestra posición social ni nuestra historia; de una forma u otra hemos sido ovejas rebeldes, y tal vez, en alguna medida todavía lo somos. Hoy Dios nos llama al arrepentimiento. Corresponde entonces que dejemos de mirar para cualquier lado y miremos hacia la cruz, donde el perdón de Dios se hizo posible. Dios nos ama. No hay oveja tan descarriada que Dios no quiera volver a traer al redil.
El buen pastor, el que es nuestra justicia, Jesús, mediante su Palabra y la iglesia cristiana, sigue caminando entre nosotros, guiándonos y protegiéndonos, beneficiándonos con su gracia que no se acaba nunca, honrándonos con su presencia en su Palabra, en el Bautismo, y en la Santa Comunión.
Si de alguna manera te podemos ayudar a ver la justicia que Jesús nos consiguió para hacernos santos delante de Dios, a continuación te diremos cómo comunicarte con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.