Para El Camino
"Es creíble"
Presentado el 6 de marzo
AUTOR: Rev. Dr. Ken Klaus, Orador Emérito, The Lutheran Hour
Rev. Héctor Hoppe
© 2024 Cristo Para Todas Las Naciones
TEXTO: 2 Pedro 1:16
Cuando les dimos a conocer la venida de nuestro Señor Jesucristo en todo su poder, no estábamos siguiendo sutiles cuentos supersticiosos sino dando testimonio de su grandeza, que vimos con nuestros propios ojos.
El 11 de abril del 2009, una señora un tanto desaliñada subió al escenario del programa de televisión 'Gran Bretaña Tiene Talento'. La audiencia del programa, que estaba acostumbrada a actos mucho más llamativos y extravagantes, al ver la apariencia externa de esta señora, pensó que su actuación iba a ser tremendamente aburrida. Con los jueces no fue diferente: cuando la cámara los mostró, se los veía preparándose para lo que de seguro sería un desastre total. Si hubiera sido otro programa, estoy seguro que a esta señora la hubieran sacado del escenario sin piedad, sin permitirle mostrar su talento. Sin embargo, este programa estaba siendo filmado en Gran Bretaña, donde el público era muy educado, por lo que todos se acomodaron en sus sillas y se dispusieron a ver a la pobre mujer que tenía la oportunidad de disfrutar de dos minutos de fama. Algunas personas religiosas del público hasta hicieron una pequeña oración, pidiendo que la pobre fuera librada de hacer algo que la avergonzara por el resto de su vida.
Los jueces le preguntaron qué iba a cantar, a lo que ella respondió que había elegido una pieza de un musical llamado "Soñé un sueño", y entonces comenzó a cantar. No había cantado más de dos líneas de la canción, cuando el director del programa se dio cuenta que algo extraordinario estaba sucediendo. Ordenó que las cámaras mostraran al público y a los jueces... todos estaban estupefactos en sus asientos, mientras que los maestros de ceremonia detrás del escenario estaban boquiabiertos. De pronto el público se puso de pie y comenzó a aplaudirla, no pudiendo creer la voz que esa mujer tenía. La cámara volvió a enfocar a los jueces. Sus rostros cambiaban constantemente: al principio no podían creer lo que estaban presenciando, pero una vez que superaron la conmoción inicial, quedaron totalmente sorprendidos, luego asombrados, y finalmente ese asombro fue reemplazado por una gran admiración. Menos de dos minutos después, todos estaban parados: la audiencia, los maestros de ceremonia y los jueces, todos la aplaudían, silbaban y gritaban. La señora, que se llamaba Susan Boyle, de tantos nervios que tenía, apenas terminó de cantar empezó a caminar fuera del escenario... sin esperar el veredicto del jurado.
No estaría exagerando si dijera que no hacía falta un veredicto. El veredicto fue el clamor de la multitud y la emoción de los jueces... mientras que ella simplemente se sonrojó. No habían pasado siquiera dos horas, y su canción ya estaba en internet. La voz se empezó a correr por todo el mundo: "Tiene que escuchar este video, no van a creer la voz que esta mujer tiene". Nueve días después, el video había sido visto varios cientos de millones de veces. Supongo que, luego de verlo, todos esos millones de personas habrán dicho: "Es cierto, es de no creer."
En los meses que siguieron, Susan grabó un CD. Cuando ese CD salió al mercado, inmediatamente ocupó el número uno en ventas. Sin embargo, unos pocos días antes, muchas personas habían dudado de que Susan tuviera talento. No lo creyeron, al menos en parte, porque vivimos en un mundo lleno de incredulidad. Las dudas con respecto a la hermosa música que salía de la boca de Susan, que superficialmente no cumple con los estándares de belleza con los que estamos acostumbrados, quizás sólo haya sido la expresión de una minoría. Pero la realidad nos muestra que nuestra vida está llena de hechos que ponemos en duda, de verdades que no creemos, de información que negamos. No logro pensar en un solo tema en el cual toda la humanidad esté de acuerdo. ¿El mundo es viejo o nuevo? A ambos lados de esta pregunta se encuentran defensores fervientes. ¿Será que cuando mató a Kennedy, Lee Harvey Oswald actuó solo, o tuvo algún cómplice? ¿Será cierto que algunas vacunas causan autismo en los niños? ¿Debió el Presidente Truman tirar la bomba sobre Japón? ¿Es cierto que el hombre caminó en la luna? ¿Es el oro la mejor inversión para el futuro? ¿Es el calentamiento global una amenaza real?
Estas son sólo una pequeña demostración de la clase de preguntas en las que no se puede llegar a un común acuerdo. Cuando se trata de preguntas como éstas, lo más que podemos decir es que cada uno tiene derecho a su propia opinión, y que sólo puede haber armonía en nuestro deseo de estar o no de acuerdo. Y la mayoría de las veces está bien, ya que es lo mejor que podemos hacer. Algunas de las preguntas que mencioné anteriormente, como la bomba de Truman y el asesinato de Kennedy, son parte del pasado, ya sucedieron, son sucesos que ya no pueden ser cambiados. Pero luego están los otros temas relacionados con el futuro. Que el oro sea una buena inversión siempre será discutible, y es una cuestión de opinión personal. Sobre estas, y muchas otras cuestiones, podemos creer lo que queramos, y por lo general nuestra opinión no causa daño.
Pero existen otros temas en los que lo que creemos hace una gran diferencia. Y, sin temor a equivocarme, puedo decirle que lo que usted cree o no, "puede hacer una diferencia eterna". El más importante de estos temas se encuentra en la respuesta a esta pregunta: ¿Es Jesucristo su Salvador? ¿Es Jesucristo quien lo salva a usted de sus pecados, del diablo, y de la muerte? Por favor, no se enoje ni se ponga impaciente conmigo por hacerle esta pregunta. Hay muchas personas que responden con un 'no' a esta pregunta, y quizás usted sea una de ellas. Puedo entender por qué. Son varias las razones por las que le puede costar creer que Jesús vino al mundo para salvarle.
Quizá usted se haya sentido defraudado al ver el comportamiento o las acciones de algunos cristianos. O quizás usted crea que cualquier religión es buena para las personas que necesitan creer en algún tipo de cuidado divino. Son muchos los que creen que es suficiente con creer en algo, no importa en qué, ya que todos estamos tratando de hacer que las personas hagan el bien y se alejen del mal. Hay más de uno que llegó a la conclusión que la ciencia ha desmentido casi todas las verdades que la Biblia reclama para sí. Para estas personas, la historia de Jesucristo debería ser puesta junto con la de los héroes mitológicos como Hércules, o el guerrero Aquiles.
Sé que usted no se sorprendería si le dijera que Jesús siempre ha tenido sus detractores y escépticos, que siempre existieron personas que no creían que él fuera el Salvador. Pero también creo que quizás sí se sorprendería si le dijera que, a través de los siglos, siempre hubo algunos cristianos que han tenido preguntas con respecto a Jesucristo. En los primeros siglos de la iglesia, había cristianos con mentes inquisitivas que preguntaban: '¿Será que la maravillosa historia de Jesús es comprobable?' '¿Será que podemos creer la historia del Dios Trino sobre la salvación?' Incluso mientras los discípulos de Jesús estaban vivos, había personas que tenían sus dudas, lo cual también es comprensible. No era fácil confesar a Cristo en una época de persecución, cuando no se sabía si el día terminaría pacíficamente en la cama o antes, frente a los verdugos romanos. Sin lugar a dudas, los primeros creyentes querían estar seguros del objeto de su fe. ¿Era Jesús todo lo que había dicho que iba a ser? ¿Había realmente muerto y resucitado? ¿Volvería para darnos el cielo a los creyentes y enviar al infierno a los no creyentes? Todas esas preguntas estaban en la mente de los primeros cristianos. Y si usted piensa que esas preguntas fueron de vida o muerte, está en lo correcto: la respuesta a estas preguntas significaban la vida, o quizás la muerte.
Como podemos ver, entonces, si usted tiene dudas, sepa que no es el único, como tampoco es el único que desea saber si existe alguna respuesta honesta a sus reservas e incertidumbres. Me complace decirle que hay algo que puede sacarlo de la arena movediza de la duda y colocarlo sobre la base sólida del conocimiento. Lo que voy a compartir con usted no son mis propios pensamientos. Porque cualquier cosa que dijese solamente sería una opinión más, que podría ser aceptada o rechazada, pero nada más que eso.
No. Lo que pondré frente a usted para su consideración, será al apóstol Pedro, uno de los primeros discípulos de Jesús, y un hombre que siempre fue parte del círculo íntimo de amigos del Salvador. Escuche cómo lo que Pedro escribió hace diecinueve siglos, nos habla también a nosotros hoy. Originalmente, con sus palabras Pedro trató de dar seguridad a los cristianos que estaban escuchando herejías, y a los creyentes que sufrían persecuciones. Hoy día sus palabras se dirigen a cualquier persona que tenga sinceras preguntas con respecto al trabajo y a la persona de Cristo. El apóstol comienza diciendo: "Cuando les dimos a conocer la venida de nuestro Señor Jesucristo en todo su poder, no estábamos siguiendo sutiles cuentos supersticiosos sino dando testimonio de su grandeza, que vimos con nuestros propios ojos" (2 Pedro 1:16). Si usted tiene dudas sobre las Escrituras y el plan de salvación de Dios con respecto a sacrificar a su Hijo para que los pecadores seamos salvos, y cree que eso es producto de nuestra supuesta sofisticación, está cometiendo un error. Desde el principio Pedro reconoce que siempre existieron personas que dudaban de la vida, muerte y resurrección de Jesús, y que creían que todo eso no era más que una invención de la mente de algunos discípulos delirantes.
A cualquiera que le pregunte si los discípulos fueron engañados, muy honestamente Pedro le responde con un 'no' absoluto: 'Mis hermanos discípulos y yo no hemos sido víctimas ni hemos sido engañados. No fuimos cegados por ningún charlatán, ni engañados por ninguna iglesia que haya fingido la crucifixión de alguien para mostrarnos una resurrección ficticia'.
Es claro que, si Pedro hubiera sido engañado, ¡no esperaríamos que lo admitiera! Al contrario, seguramente trataría de disimularlo, y de verse bien. La pregunta, entonces, es: ¿Será que Pedro sólo trata de aparecer bien en las narraciones del Evangelio? ¿Será que los escritores lo acomodan para que luzca bien?
La respuesta es obvia: la descripción que la Biblia hace de Pedro es completamente sincera. La Escritura no es su propia empresa de relaciones públicas que ha decidido hacerlo ver bien sin importar lo creíble que él fuera en la vida real. Al contrario, en la Biblia cada error y falla del hombre es compartido en todo detalle. En el mar de Galilea, Pedro camina sobre el agua y se hunde. En un momento, inspirado por el Espíritu, Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo, pero luego, unos versículos más adelante, trata de disuadir a Jesús para que no vaya a Jerusalén, donde habría de completar su misión. En la última cena, Pedro primero se niega a permitir que Jesús le lave los pies, y luego le pide que lo lave de pies a cabeza. También le promete a Jesús que le será eternamente fiel, y algunas horas más tarde lo abandona. Valientemente Pedro se va al lugar donde Jesús está siendo juzgado, pero luego niega conocerlo.
En el Nuevo Testamento podemos ver cómo Pedro se muestra honestamente, y cómo la historia de Jesús también es contada honestamente. Es por eso que el apóstol escribió: "Cuando les dimos a conocer la venida de nuestro Señor Jesucristo en todo su poder, no estábamos siguiendo sutiles cuentos supersticiosos sino dando testimonio de su grandeza, que vimos con nuestros propios ojos". Pedro estaba diciendo: 'Miren, yo era igual que ustedes. Tenía mis dudas e incertidumbres... pero todo eso quedó atrás por lo que vi. Yo no creía que alguien podría caminar sobre el agua, pero vi a Jesús hacerlo... No creía que alguien podría curar un leproso, pero también vi a Jesús hacerlo. Pensaba que nadie podía poner devuelta la oreja a alguien después de haber sido cortada por una espada, pero Jesús hizo exactamente eso'.
"Fuimos testigos oculares de su majestuosidad". Una y otra vez Jesús hizo cosas que solamente el Hijo de Dios podría hacer. El Salvador demostró varias veces que él tenía la misión divina de rescatar a la humanidad de la condenación eterna. Repetidamente Jesús les contó a Pedro y a los demás que él tenía que dar su vida para que nosotros pudiéramos ser perdonados y salvados. Y también les dijo que al tercer día resucitaría. La Escritura nos dice que Pedro y los demás no entendieron lo que Jesús había dicho, y seguramente no le creyeron.
Por eso, cuando llegó la mañana del día de la resurrección, los discípulos no estaban en el cementerio para dar la bienvenida al Señor vivo al salir de la tumba. Es por eso que no creyeron en las mujeres que regresaron de la tumba a informar que Jesús estaba vivo. Así como muchas personas hoy día, ellos simplemente no podían creer. Pero Jesús no permitió que se quedaran incrédulos, sino que una y otra vez se les apareció. Habló con ellos, comió con ellos, caminó con ellos, dejó que lo tocaran. Finalmente, la evidencia de la resurrección de Jesús era tan grande y completa, que los discípulos no tuvieron más opción que creer que Jesucristo fue y sigue siendo el inmaculado Hijo de Dios que venció al pecado, al diablo y la muerte para salvar nuestras almas.
El Espíritu Santo de Dios puso fe en los corazones de esos testigos oculares. Entonces, los que habían visto la historia de la salvación, fueron y contaron a aquellos que no vieron. Ellos compartieron las maravillas de lo que Dios había hecho con los ricos y los pobres, los esclavos y los libres, los judíos y los gentiles, los amigos y los enemigos. Una y otra vez les dijeron: arrepiéntanse de sus pecados, crean en Cristo y serán salvos. La Escritura dice que dieron vuelta el mundo. Pero lo más importante es que Dios los utilizó para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna... así como él está compartiendo este mensaje con usted ahora.
El Señor desea disipar sus dudas, y lo llama a creer en su Hijo. Él quiere que usted esté seguro que tiene la salvación por medio del sacrificio de Jesús, así como Pedro y los demás estuvieron seguros. ¿Qué tan seguros estaban ellos? La historia cuenta que ellos murieron por la causa de Cristo: fueron martirizados por predicar acerca del Salvador que había muerto para salvarnos. Algunos fueron golpeados hasta la muerte, arrastrados por carros, crucificados, decapitados, colgados y desollados. ¿Qué pasó con Pedro? Pedro, testigo ocular de la obra del Salvador, siguió compartiendo la historia de Jesús, el único que nos puede salvar. Crucificado cabeza abajo, porque se sentía indigno de morir en la misma forma que su Salvador, Pedro murió predicando acerca de lo que había visto y oído.
Separados por los años, así como por la distancia, debemos notar que ninguno de esos discípulos desistió, ninguno confesó que todo era un engaño, ninguno mostró ni siquiera una pequeña señal de duda, ninguno dijo: "Sólo estábamos bromeando". Casi todos ellos podrían haberse librado de sus perseguidores y verdugos. Todo lo que tendrían que haber dicho era: "Fue una mentira". Pero no lo hicieron. Su única confesión en su lecho de muerte fue: "Jesucristo es el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Arrepiéntanse, crean y serán salvos".
En 1934 apareció una imagen en un periódico británico. Enviada por un médico de nombre Robert Wilson, la pintura mostraba al monstruo del Lago Ness. La foto fue tomada por las agencias de prensa y, de pronto, "Nessie" apareció en todos los periódicos más grandes del mundo. Si hubiéramos vivido en esa época, quizás hubiéramos escuchado a millones de personas decirse unas a las otras: "Mire. Tiene que ver esto. No va a creer lo que ve". Y muy probablemente, luego de mirar la imagen, la mayoría de las personas dirían: "Tiene razón. Es difícil de creer". Durante cincuenta años, esa imagen fue la mayor prueba de la existencia del monstruo del Lago Ness. Hasta que en 1994, a la edad de noventa y tres años, Christian Spurling confesó, en su lecho de muerte, que la foto del médico, tomada sesenta años atrás, había sido un engaño planeado por su padrastro.
Ningún discípulo de Cristo hizo jamás una confesión así en su lecho de muerte. Al contrario, todos se mantuvieron fieles a la única verdad: Jesucristo es el Salvador del mundo... y también es su Salvador. Si desea saber más acerca de este Salvador, estamos preparados para ayudarlo. Si de alguna forma podemos ayudarle, comuníquese con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.