Para El Camino
"Ajá"
Presentado el 16 de enero
AUTOR: Rev. Dr. Ken Klaus, Orador Emérito, The Lutheran Hour
Rev. Héctor Hoppe
© 2024 Cristo Para Todas Las Naciones
TEXTO: Mateo 24:1-14
Jesús salió del templo y, mientras caminaba, se le acercaron sus discípulos y le mostraron los edificios del templo. Pero él les dijo: '¿Ven todo esto? Les aseguro que no quedará piedra sobre piedra, pues todo será derribado'. Más tarde estaba Jesús sentado en el monte de los Olivos, cuando llegaron los discípulos y le preguntaron en privado: '¿Cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?' 'Tengan cuidado de que nadie los engañe -les advirtió Jesús-. Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: "Yo soy el Cristo", y engañarán a muchos. Ustedes oirán de guerras y de rumores de guerras, pero procuren no alarmarse. Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin. Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes. Todo esto será apenas el comienzo de los dolores. Entonces los entregarán a ustedes para que los persigan y los maten, y los odiarán todas las naciones por causa de mi nombre. En aquel tiempo muchos se apartarán de la fe; unos a otros se traicionarán y se odiarán; y surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos. Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo. Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin.'
A los 19 meses de edad, Helen Keller quedó sorda y ciega a causa de una fiebre. A pesar de tan gran desventaja en la vida, Helen se convirtió en una de las figuras más inspiradoras de la historia de los Estados Unidos. Según cuenta en su biografía, a su maestra, Annie Sullivan, no le resultó nada fácil hacerle comprender el significado de las señales que le hacía en la mano. Luego de muchas rabietas por parte de Helen, y tantas otras excusas por parte de sus padres, finalmente llegó el momento en que Helen comprendió que el 'agua', y la seña que recibía en la palma de su mano, estaban conectadas. Eso es lo que yo llamaría de un momento en que se le abrieron los ojos (aunque sólo en sentido figurado), un momento en que 'se le prendió la lamparita', o un momento en que diríamos 'AJÁ'.
Pregúntele a cualquier maestra de primer grado qué es lo que más disfruta de enseñar a niños pequeños, y casi con toda seguridad le va a decir que es cuando comprenden algo por primera vez. Hasta el mismo Presidente Roosevelt tuvo uno de esos momentos. Siendo Presidente, Roosevelt siempre trataba de decir algo apropiado en cada ocasión, pero con el tiempo se dio cuenta que la gente no le prestaba atención a lo que decía, por lo que una noche, en una fiesta, decidió hacer una prueba. Cada vez que la siguiente persona en la fila para saludarle se aproximaba le extendía la mano, sonreía, y decía: "Esta mañana maté a mi abuela". Roosevelt no se sorprendió al ver que, una tras otra, todas las personas respondían al anuncio de su asesinato con una respuesta prefabricada como: "Felicitaciones por su desempeño, Sr. Presidente". Esa noche, cuando estaban a punto de servir la cena, llegó un Embajador extranjero, creo que de España. Roosevelt le dio la mano, y dijo: "Esta mañana maté a mi abuela", a lo que el Embajador respondió: "Seguramente algo habrá hecho para merecerlo, Sr. Presidente". Ver que alguien había prestado atención a sus palabras fue para Roosevelt un momento 'AJÁ'. La mayoría de nosotros hemos tenido un momento así.
Hace varios siglos, los discípulos de Jesús también tuvieron un momento así. Desde el otro lado del Torrente Cedrón (una cañada entre Jerusalén y el Monte de los Olivos), los discípulos podían ver el templo blanco y brillante que Herodes había construido, así como las hermosas construcciones de Jerusalén brillando bajo el sol de Judea. Mientras disfrutaban de la vista, Jesús dijo: '¿Ven todo esto? Todo va a ser destruido. Y no solamente destruido. Va a ser arrasado completamente. No va a quedar ni una piedra sobre la otra'. Jesús no dijo nada más, pero los discípulos deben haberse quedado sacudidos. Su identidad nacional, su centro de adoración, la capital de su país, todo iba a desaparecer... Jesús les había movido el piso a sus amigos más íntimos, que ahora necesitaban algún tipo de explicación. Es por ello que se le acercaron y le pidieron que les explicara lo que les había dicho, probablemente con la esperanza que les dijera que nada de eso iba a ocurrir hasta muchos cientos de años más tarde.
Pero lamentablemente no fue así. Al contrario, el cuadro que Jesús les pintó del futuro inmediato fue muy triste. Jesús les dijo que iba a haber personas que se harían pasar por el salvador, que sufrirían toda clase de problemas, mentiras y odios, y que iba a haber guerras. Imagino que para entonces los discípulos estarían arrepentidos de haberle pedido explicaciones, pero Jesús aún no había terminado. Al contrario, siguió diciéndoles: 'Ustedes van a ser perseguidos, habrá hambre, terremotos, y muchos que decían amarse y amarme a mí, ya no lo van a hacer'. Como ven, y por más que uno se esfuerce, en todas estas palabras de Jesús no hay nada que se parezca siquiera a una buena noticia. Como si hubiera sido poco todo lo dicho, todavía el Señor agregó: 'Y cuando todo esto suceda, porque tengan la seguridad de que va a suceder, NO SE ALARMEN NI TENGAN MIEDO'.
Ahora, si yo hubiera sido uno de los doce; si yo hubiera escuchado a Jesús decir todas esas palabras, mi reacción hubiera sido algo así como: ¿QUÉ? Nos estás diciendo que el mundo se va a caer en pedazos, ¿pero aun así nos dices que no nos preocupemos? Nos acabas de decir que nuestros mañanas y los mañanas de nuestros seres queridos van a ver destrucción, depresión y devastación, ¿y se supone que no tenemos que preocuparnos?
Permítanme hacer un paréntesis. Se me ocurre que, como están las cosas hoy en día, muchas personas deben estar sintiendo lo mismo que los discípulos sintieron en su momento. Lo que una vez ni siquiera se nos ocurría pensar, ahora es cosa de todos los días. Lo que antes parecía imposible, ahora es una realidad. ¿Guerras y rumores de guerras, dijo Jesús? Sólo basta con mirar los noticieros para comprobar que es verdad. ¿Odio? Hay más que suficiente. ¿Hambre? En algunos países, los niños sólo logran ingerir la mitad de las calorías mínimas que necesitan por día. ¿Persecución? Naciones enteras tratan de escapar de las continuas amenazas que sufren. Los cristianos en Iraq lograron escapar de Saddam Hussein, pero ahora, desde que el Talibán los declara un blanco oficial, son sistemáticamente atacados. En este país, conocido como el 'país de las oportunidades y de la abundancia', hay miles y miles de personas que hace meses, si no años, que están buscando trabajo. Son personas honestas y trabajadoras, pero para cada puesto que se abre se presentan 200 personas.
Así como les sucedió a los discípulos en su momento, nuestro mundo también se nos está derrumbando. Los políticos siguen haciéndole promesas al pueblo, pero la realidad es que todavía están buscando la fórmula mágica que solucione los problemas y devuelva la tranquilidad y estabilidad, al menos por un tiempo. Aun cuando la época, el país, e incluso el continente, son diferentes de lo que eran cuando Mateo escribió lo que Jesús dijo ese día, sus advertencias son muy similares a la realidad que vivimos hoy. Muchos siguen a supuestos 'mesías' que prometen liberación pero nunca lo cumplen, haciendo que cada vez sean más las personas que, desencantadas con la vida, ya no quieren creer en nada.
Hace años, cuando nuestros hijos eran pequeños, los llevamos a un parque de diversiones en Minnesota. Era un día precioso, y más precioso aún era el hecho que nuestra hija más pequeña finalmente era lo suficientemente alta como para subir a los juegos con los más grandes. Ya no más calesita para ella. Ahora era una niña grande. Como tal, insistió en que, primero que nada, fuéramos al juego de terror, el que a sus hermanos les encantaba, pero al que ella nunca había podido ir todavía. Y así lo hicimos. Nos subimos a los carritos (ella se sentó conmigo), nos pusimos el cinturón, y allá fuimos. A medida que íbamos avanzando, noté cómo su cuerpo se iba tensionando. Cuando le miré la cara, vi que tenía los ojos bien grandes y que con las manos se agarraba con fuerza al carrito. Tuve que llamarla dos veces hasta que se dio vuelta y me miró. Entonces, cuando lo hizo, me reí con una carcajada larga y fuerte, bien fuerte. Al darse cuenta que su papá no tenía miedo ni estaba preocupado, ella logró relajarse, y también se rió. El terror había sido transformado. Ya no tenía de qué preocuparse. Estaba segura. Su papá estaba allí, y le estaba asegurando que todo iba a estar bien. Su papá estaba a su lado dándole ánimo y, mientras él pensara que todo estaba bien, todo estaba bien. Punto. Fin de la situación estresante. Ese fue uno de esos momentos en que a mi hija se le abrieron los ojos; fue un momento 'AJÁ' para ella.
La mayoría de nosotros pasamos o vivimos situaciones que nos causan temor. ¿Qué va a pasar con nuestro trabajo, qué será del futuro de nuestros hijos y nietos, cómo será nuestra vejez? Al mundo pecador en que vivimos le encanta apabullarnos con situaciones que nos atemorizan. El diablo, el mundo, y nosotros mismos, somos expertos en crear situaciones que nos asustan. Y tenemos razones más que suficientes para asustarnos, PERO... 'Pero': ¡qué linda palabra! Deberíamos asustarnos, PERO. Pero ¿qué? ¡Pero nuestro Padre celestial está con nosotros en todas y cada una de estas situaciones! Cuando las cosas se ponen difíciles y el miedo comienza a invadirnos, los cristianos sabemos que todo va a estar bien porque no estamos solos: el Señor está con nosotros. El Señor está a nuestro lado llamándonos y esperando que nos volvamos a él. Él quiere que lo miremos a él, para así poder asegurarnos que todo va a estar bien porque él tiene todo bajo control.
¿Escuchó bien? Dios tiene todo bajo control. Este es el momento en que a usted se le deben abrir los ojos. Es el momento que dice que, más allá de las circunstancias por las que está pasando, usted puede aprender, así como Pablo, a estar satisfecho. Dios tiene todo bajo control. Esto es algo que Lutero, el reformador del siglo 16, comprendió muy bien. Así lo expresó en uno de sus más conocidos himnos: "Que lleven... los bienes, vida, honor, los hijos, la mujer... Todo ha de perecer: de Dios el reino queda". Con sus propias palabras, Lutero estaba expresando lo que Jesús había dicho 1500 años antes: 'Procuren no alarmarse. Es necesario que eso suceda...". AJÁ... el Señor tiene todo bajo control.
¿Todavía le cuesta creerlo? No se preocupe, no es el único a quien le sucede esto. Son demasiadas las personas que han sufrido tanto, que ya ni siquiera recuerdan que pueden pedirle ayuda al Padre celestial. Si usted es una de ellas, le invito a que juntos nos fijemos en el amor de Dios... sí, escuchó bien, dije que nos 'fijemos', porque el amor de Dios es real y tangible. Por ejemplo, lo podemos encontrar en un pesebre, dentro de un establo de Belén. Pero no dejemos que las circunstancias nos engañen, porque quien está allí es Jesús, el Hijo de Dios. Estoy seguro de ello porque, la noche que él nació, los ángeles del cielo así lo habían anunciado, diciendo: 'No tengan miedo, porque les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador que es Cristo, el Señor'. Jesús es el amor de Dios. Jesús es el Hijo de Dios que vino al mundo como ser humano, y como tal hizo todo lo que era necesario para que usted y yo nunca tuviéramos que tener miedo.
¿Tiene usted miedo? ¿Ha tenido miedo de lo que este mundo le pueda hacer, o de lo que le pueda suceder en la vida? ¿Le tiene miedo a las consecuencias del pecado que ve a su alrededor? Sabe a qué me refiero: el odio, la ira, la codicia, la lujuria, la envidia, el impulso enfermizo que algunas personas tienen de dañar a los demás. Si usted ha tenido, o tiene, miedo, le pido que escuche nuevamente las palabras del ángel: 'No tengan miedo. Tienen un Salvador, un Redentor, alguien que los vino a rescatar'. Al mirar al pesebre uno no puede siquiera imaginarlo, pero cada vez que Jesús fue puesto frente al pecado, dijo que 'no'. Jesús vivió una vida perfecta, sin cometer ningún pecado, para que un día usted y yo podamos presentarnos perdonados y justificados delante del Juez divino.
¿Alguna vez se sintió intrigado o atraído por las tentaciones que el diablo le presentó en su vida? ¿Alguna vez se sintió demasiado débil para resistir a la seducción del pecado? Si es así, es necesario que escuche las palabras que dijo el ángel en esa primera Navidad. A usted, sí, a usted, el ángel le dice: 'No tengas miedo, el Salvador ha nacido para ti'. Jesús resistió todas y cada una de las tentaciones que el diablo le puso en su camino. Todo eso lo hizo en lugar suyo y mío.
¿Le tiene miedo al paso del tiempo? ¿Le asusta ver cómo van pasando las semanas, los meses, y los años? ¿Le da miedo pensar que, después de todo, el final de su vida no está tan lejos como alguna vez le parecía? Si es así, no tenga miedo. Ni la tumba ni la muerte lograron contener o dominar al Salvador. Sí, escuchó bien. Si lee los Evangelios, verá que Jesús se encargó de arruinar todos los funerales que se cruzaron en su camino: el hijo de la viuda de Naín, la hija de Jairo, su propio amigo Lázaro. Todos ellos habían muerto, y a todos ellos la Palabra de Jesús les ordenó que volvieran a la vida.
¿Cuál es su miedo? ¿Se siente solo? ¿Siente que nadie le ama? Durante su ministerio terrenal, Jesús se acercó a quienes eran despreciados y menospreciados por quienes creían ser superiores. Vuélvase a Jesús. Fíjese en él, y verá cómo pagó el odio con amor, y cómo amó incluso a quienes lo maltrataron y castigaron. Cada momento de cada hora de cada día de sus 33 años, Jesús lo pasó haciendo la voluntad de su Padre, cumpliendo las promesas de los profetas de la antigüedad, y haciendo los sacrificios supremos que habrían de salvarnos. Al recibir el beso de traición de Judas, y al ver a sus amigos íntimos desaparecer en la oscuridad de la noche para salvarse a sí mismos, Jesús estaba haciendo la voluntad de su Padre. Al ser enjuiciado por los pecados por los que nosotros deberíamos ser enjuiciados, Jesús estaba haciendo la voluntad de su Padre. Al dejarse condenar injustamente por nuestras culpas, Jesús estaba haciendo la voluntad de su Padre. Fue la voluntad de su Padre la que lo llevó al Gólgota y, con su crucifixión, murió la muerte que nos correspondía a nosotros. Fíjese bien en Jesús. Él, que fue el Autor de la vida, ofreció su vida para que todos los que creen en él como Salvador no se pierdan, sino tengan vida eterna.
Sí, mire a Jesús, porque su historia no termina en la cruz. Ese mismo Jesús, que venció a la muerte por otros, también resultó ser victorioso sobre su propia tumba. Vaya a la tumba prestada donde pusieron su cuerpo, y verá que no está allí. Y si se pregunta qué sucedió, se encontrará con un ángel que estará dispuesto a explicarle que Jesús ha resucitado. Pero antes, el ángel le dirá otra cosa. Primero que nada, el ángel le recibirá diciéndole: "No temas".
Tanto al comienzo como al fin del ministerio terrenal de Jesús, el mensaje del cielo sigue siendo el mismo: "No temas". Ese es el mensaje que comparto hoy con usted. No tema, porque el Señor, que envió a su Hijo al mundo a buscar y salvar al perdido, tiene todo bajo control. No tema, porque el Señor, que permitió que su Hijo fuera clavado a una cruz para que usted y yo no tengamos que temer a la muerte, sigue siendo el Señor del Universo. No tema, el Señor quiere que usted se vuelva a él porque, cuando lo haga, se dará cuenta que él tiene todo bajo control y que usted está seguro... totalmente seguro en sus manos.
El objetivo de este programa es que todos vean el increíble amor de Dios que es nuestro a través del Salvador Jesucristo. Si de alguna forma podemos ayudarle, comuníquese con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.