
Para El Camino
"En construcción"
Presentado el 19 de julio
AUTOR: Rev. Dr. Ken Klaus, Orador Emérito, The Lutheran Hour
Rev. Héctor Hoppe
© 2025 Cristo Para Todas Las Naciones
TEXTO: Efesios 2:19-22
Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular. En él todo el edificio, bien armado, se va levantando para llegar a ser un templo santo en el Señor. En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu.
Ya que estamos a mediados del mes de julio, es apropiado que comencemos este mensaje con un pequeño salmo para el verano. El mismo empieza de esta manera: Y sucedió que una vez más la primavera se convirtió en verano, y el pueblo de Dios a una voz gritó: "El entretenimiento es mi pastor, en casa no me quedaré; en una bolsa de dormir me hará descansar; me guiará por las autopistas cada fin de semana; me llevará a los parques; restaurará mi bronceado. Aún cuando esté lejos del Señor en su día, no temeré su reprimenda, porque el entretenimiento está conmigo; mi caña de pescar me consuela. Unjo mi piel con bronceador, el tanque de gasolina está casi vacío; seguiré al entretenimiento cada fin de semana del verano, y a la Casa del Señor volveré en el otoño."
Pero en el otoño viene la temporada de caza y... bueno, eso es tema para otro salmo. A esta altura ya se habrá dado cuenta que en este mensaje voy a hablar del ir a la iglesia... o, mejor dicho, de por qué muchas personas no van a la iglesia.
El salmo que acaban de escuchar lo inventé para explicar un poco por qué los cristianos no van a la iglesia en los meses de verano. Dije que era "pequeño", porque es imposible enumerar todas las razones por las que una persona que conoce a Jesús, decide tomarse vacaciones de la iglesia durante el verano. Todos tenemos cosas para hacer... limpiar la casa, lavar la ropa, cortar el césped, hacer las compras, llevar a los niños a sus actividades... y la lista podría seguir interminablemente. Lo cierto es que la mayoría de nosotros tenemos muchas cosas que DEBEMOS hacer, pero ir a la iglesia... nadie dice que DEBAMOS ir a la iglesia. Después de todo, la iglesia va a seguir estando en el mismo lugar el próximo domingo, así que no va a pasar nada si dejamos de ir durante unas semanas.
Cuando volvamos a ir vamos a escuchar al mismo predicador diciendo más o menos las mismas cosas que estará diciendo esta semana. En otras palabras: el espíritu está dispuesto a ir a la iglesia, pero el cuerpo tiene otras prioridades más importantes en mente.
Esa es la razón por la cual los cristianos eligen no ir a la iglesia. Pero las razones por las que quienes no son cristianos no van a la iglesia y hasta rechazan la historia del Salvador, son otras. Para prepararme para este mensaje estuve buscando información y realmente me sorprendí al descubrir algunas de las cosas que los no cristianos piensan acerca de los cristianos, y cuánto se quejan acerca de cómo los cristianos los hemos desilusionado.
Hoy quiero hablarles a quienes están enojados con Cristo y con sus seguidores. A quienes dicen que los cristianos somos hipócritas, fríos, aburridos, y que estamos llenos de prejuicios y de odio.
No hace mucho me contaron acerca de un hombre que durante 18 domingos consecutivos visitó 18 iglesias. Siempre iba bien vestido, se sentaba bastante adelante, saludaba a los demás, hacía preguntas que daban a entender que era un visitante, se quedaba a tomar café, etc. Después de haber compilado las respuestas de las personas en esas iglesias, llegó a la conclusión que, si bien algunas iglesias tienen una enseñanza sólida, buena música, y buenos mensajes, nada de eso es suficiente para contrarrestar lo que siente la persona que va a una iglesia que no conoce y nadie demuestra interés en ella.
El hombre tenía razón. Los cristianos podemos ser fríos y desatentos, y muchas cosas malas más. Se cuenta la historia de la señora que, en el camino de regreso de la iglesia a casa, le pregunta a su esposo: "¿Viste el vestido que María tenía puesto?" "¡No!", le respondió el esposo. Al ratito: "¿Viste cómo se nota que Graciela se tiñó el cabello?" "¡No!" Unos minutos después: "¿Viste el auto que se compraron los Fernández?" "¡No! No vi nada de eso." A lo que la esposa le dice: "Si no viste nada de eso, ¿para qué fuiste a la iglesia?"
Así de malos y chismosos podemos ser los cristianos... e incluso a veces podemos ser peores. Y hay una razón para ello. No es excusa, pero sí razón o explicación. Y es que la Iglesia Cristiana es una sociedad de pecadores. Hasta donde yo sé, la Iglesia Cristiana es la única organización en la que lo que se requiere para ser miembro es que la persona no sea digna de ser aceptada como tal. Si fuéramos tan buenos como ustedes esperan que seamos, tan perfectos como ustedes quieren que seamos, y tan santos como según ustedes deberíamos ser, entonces no necesitaríamos la Iglesia, y muy fácilmente nos convenceríamos de que tampoco necesitaríamos al Salvador. Pero no es así.
Las cosas malas que hacemos y las actitudes malas que tenemos y que tanto les molestan a ustedes, son exactamente las cosas por las cuales necesitamos al Salvador. Jesús es el único que puede amar a pecadores tan miserables como nosotros. Gracias a su sacrificio en la cruz del Calvario por nosotros; gracias a que él cargó con nuestros pecados; gracias a que nunca cedió ante las tentaciones del diablo, y a que todo eso lo hizo por nosotros, Jesús es el único que puede perdonarnos, el único que puede cambiarnos, el único que puede hacernos útiles.
Así es que, si están buscando perfección, no la busquen en nosotros, porque no la van a encontrar. Búsquenla en Jesús. Fíjense en el establo de Belén, donde comenzó a cumplir el plan de salvación. Fíjense cómo hizo caminar a los inválidos, y cómo consoló a los perdidos y desamparados. Fíjense cómo cargó con nuestros pecados aún después de haber sido maltratado y castigado, y cómo fue clavado a la cruz.
Todo lo que él vivió, y todo lo que le pasó, fue por culpa y a causa nuestra y de nuestro pecado. Pero aún así, en la tumba de la resurrección, el Jesús resucitado dijo que no debíamos tener miedo; que si creíamos en él como nuestro Salvador no sólo seríamos perdonados, sino que también recibiríamos una eternidad maravillosa en el cielo. En la tumba de Jesús se nos dijo que somos salvos, y que llegará el día en que seremos cambiados completamente. Eso es lo que San Pablo dijo cuando escribió en su Segunda Carta a los Corintios, capítulo 5 versículos 17 y 18: "Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! Todo esto proviene de Dios, quien por medio de Cristo nos reconcilió consigo mismo..." No es necesario que les diga que Pablo no dijo que somos una creación perfecta, sino una creación nueva.
Ustedes ya se han dado cuenta que muchas iglesias, al igual que muchos cristianos, se quedan estancados entre la Pascua y Pentecostés. Pascua es cuando la tumba vacía de Jesucristo nos anuncia que la obra de nuestra salvación fue completada. Pentecostés es cuando ese anuncio es traducido en poder y acción. La Pascua de resurrección dice que Jesús murió por nosotros; Pentecostés dice que Dios quiere que vivamos para él. La venida del Espíritu Santo en Pentecostés es el anuncio que Dios hace de su deseo de cambiarnos, de motivarnos, y de usarnos. Teniendo a Jesucristo como base, el Espíritu Santo junta personas de todo tipo y nos convierte en 'la Iglesia'. Si esto no siempre ha sucedido es culpa nuestra, no de él.
Pero también para eso hay una explicación: es muy difícil construir algo maravilloso con desperdicios, chatarra, y basura. Es difícil, pero no imposible. Si se fijan a su alrededor, verán personas que se las han ingeniado para crear cosas a partir de chatarra reciclada. Por ejemplo, se pueden construir casas sólidas con fardos de paja, con neumáticos de automóviles, con cartones, o con chapas de descarte.
De la misma manera, el Señor construye su Iglesia con pecadores. Pecadores de segunda clase, porque los cristianos no estamos hechos de los mejores materiales; ni siquiera somos los ladrillos más perfectos. Al contrario, somos irregulares, desparejos, ásperos, y asimétricos. Nos golpeamos entre nosotros mismos, nos lastimamos, nos metemos en conflictos, y, como queremos hacer todo por nosotros mismos, no nos relacionamos fácilmente con los demás. Si es verdad que no se puede construir una casa con un solo ladrillo, también es cierto que Dios no puede construir su Iglesia con un solo cristiano.
Es cierto que hay muchos creyentes que piensan que ellos mismos pueden hacer de iglesia. Son los que creen que es suficiente con rezar solos, estudiar la Biblia solos, y vivir su vida cristiana solos, por lo que no necesitan a la iglesia organizada. Son los que no necesitan levantarse más temprano los domingos para ir a escuchar a alguien hablarles de la gracia de Dios y de la salvación que Jesús les compró con su preciosa sangre. Personalmente no tengo ningún problema con que vivan así... siempre y cuando a Dios no le importe. Pero creo que a Dios sí le importa. En el capítulo 10 de la carta a los Hebreos dice: "No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros...". Y en el texto para hoy vimos que Dios está construyendo con nosotros su templo. Notemos que el Señor no dice que está haciendo muchos templos pequeños, sino un solo templo, una Iglesia. Dios alienta a los cristianos a que se junten y a que no vivan aislados, porque demasiado a menudo ha visto que la soledad, aún en quienes se creían fuertes, no fue buena compañía ni consejera. No conozco ningún cristiano solitario que tome la comunión regularmente, o que envíe misioneros a otras partes para que el Espíritu Santo pueda construir más ladrillos para la Iglesia. Tampoco he encontrado en la Biblia algún texto que diga que los cristianos deben recibir pero que no deben dar y que no deben compartir a Cristo con los demás. En resumidas cuentas, si la fe en el Salvador no es motivación suficiente para que una persona vaya a la iglesia, me cuesta creer que sea suficiente para que vaya al cielo.
Querido oyente, Dios quiere usar estos ladrillos maltrechos que somos usted y yo para construir su Iglesia. A nuestros ojos parece ser una tarea imposible, pero con el poder que el Creador nos ha dado, con la seguridad de la salvación que Jesucristo nos ha ganado, y con la dirección que el Espíritu Santo nos ha concedido, la Iglesia de Dios se va construyendo. Quizás no sea tan buena como podría ser, pero aún así, por la gracia de Dios, a menudo cumple el cometido que Dios le ha dado. Si no me cree, hable con la familia que perdió un hijo y fue consolada con el amor de Cristo por los miembros de su iglesia. O con la pareja que tenía problemas en su matrimonio y recibieron ayuda y apoyo de la Iglesia. Pregúntele a cualquiera que haya pasado por una crisis y recurrido a la iglesia, y verá que en ella siempre han encontrado ayuda.
¿Somos perfectos? Por supuesto que no. Pero el hecho que todavía hay pecado no quiere decir que debamos cerrar la Iglesia de Dios. ¿O acaso cerramos los hospitales porque en el mundo todavía hay enfermedades, o los consultorios de los dentistas porque a las personas todavía les salen caries? ¡Por supuesto que no! Al contrario, la razón por la que esos lugares existen es justamente para combatir las enfermedades. De la misma manera, no se cierran las estaciones de bomberos porque haya incendios, ni la policía deja de patrullar las calles porque haya muchos crímenes. Al contrario, todos ellos trabajan para luchar contra el mal. Con la Iglesia es lo mismo. La Iglesia fue creada por Dios para, a través de cristianos imperfectos como usted y yo, llamar a otros a la fe dando testimonio de la salvación que hemos recibido de Jesucristo, y para oponernos al pecado.
¿Somos perfectos, hemos hecho la voluntad de Dios sin fallar y sin cometer errores? Definitivamente no. Pero por otro lado, si leemos la historia, veremos que fueron predicadores cristianos quienes comenzaron la lucha para erradicar la esclavitud, esclavitud que todavía existe en muchas partes del mundo que no son cristianas. Fueron médicos cristianos quienes llevaron la medicina a lugares remotos. Fue el deseo cristiano de aprender que creó universidades, y el deseo de sanar que construyó hospitales. Fue la conciencia cristiana la que luchó por la igualdad entre el hombre y la mujer. Es cierto que no lo hemos hecho en forma perfecta, pero fíjese en los países en los que no existe el cristianismo, y vea la condición en que viven sus habitantes.
¿Somos perfectos? No, no lo somos. Pero aún con todas nuestras imperfecciones, Dios nos usa. La señora que enseñaba la clase de escuela dominical a los niños de primer grado se esforzaba por ser una buena maestra. Les contaba historias bíblicas, les ayudaba a rezar, y, por sobre todas las cosas, les enseñaba que Jesús los amaba tanto, que había muerto y resucitado para salvarlos de sus pecados. Pero aún así, nunca estaba segura de cuánto entendían las lecciones, por lo que confiaba esa parte al Señor. Un día Dios le dio una muestra de lo que el Espíritu Santo estaba haciendo a través de ella.
Un día fue de visita un niño a quien le faltaba el brazo derecho. La maestra pidió en silencio que ningún niño fuera a hacer algún comentario negativo sobre el brazo que le faltaba, pero toda la clase transcurrió sin que nadie dijera absolutamente nada. Antes de terminar cantaron varias canciones, algunas de las cuales el visitante conocía. Todo transcurrió sin contratiempos hasta que la maestra anunció que iban a cantar una canción en la cual tenían que aplaudir. No había terminado de decirlo cuando se dio cuenta del error que había cometido; pero lo hecho, hecho estaba, así que no le quedó más que respirar hondo y esperar... En eso estaba, cuando vio que una de las niñas le estaba diciendo al visitante: "cuando haya que aplaudir, tú y yo vamos a aplaudir juntos". Y así lo hicieron... la mano izquierda de él aplaudió con la mano derecha de ella.
A pesar de todas sus imperfecciones y errores, el pueblo de Dios sirve al Salvador y a quienes les rodean. Como dijo San Pablo, por la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo, somos hechos en un templo santo para el Señor. A esa Iglesia de Dios compuesta por personas imperfectas le invitamos, para que usted también sea parte de ella. Únase a nuestros esfuerzos por reflejar el amor del Salvador, el único amor perfecto que este mundo ha visto, el mejor amor que jamás recibirá.
Si de alguna forma podemos ayudarle, comuníquese con nosotros en Cristo Para Todas Las Naciones. Amén.