"Señales para celebrar"
"Después de escuchar al rey, los sabios se fueron. La estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella, se regocijaron mucho. Cuando entraron en la casa vieron al niño con su madre María y, postrándose ante él, lo adoraron. Luego, abrieron sus tesoros y le ofrecieron oro, incienso y mirra." Mateo 2:9-11
Los sabios que buscaban al rey prometido se llenaron de alegría cuando vieron que la estrella que los guiaba se detuvo sobre la casa donde estaba Jesús. Esa señal sólo podía significar una cosa: que habían llegado al final de su camino, al destino anhelado. Cuando viajamos a un destino desconocido, nos parece que no llegamos más. Los kilómetros se hacen más largos, el tiempo corre y el lugar no aparece. En realidad, es la ansiedad por llegar al lugar deseado que hace todo más lento. Los sabios de Oriente estaban viajando por largo tiempo por lo que, el saber que habían llegado a destino, les dio mucha alegría. Más aún, los llenó de expectativa y deseo por ver a quien tanto esperaron.
Finalmente se iba a hacer realidad el encuentro tan anticipado con el rey de la humanidad, enviado por el Padre celestial para bendición de las naciones. Allí mismo ellos adoraron, y postrados celebraron la salvación de Dios, alabaron su nombre, oraron dando gracias y entregaron sus humildes ofrendas. La estrella señaló el lugar y produjo alegría, pero la verdadera señal del amor y salvación era Jesús, quien trajo abundantes bendiciones para todos. Esa señal de misericordia divina trajo paz, amor, alegría, esperanza, reconciliación, y alegría. En Jesús tenemos todo esto y por él celebramos con humildad que somos amados, perdonados, y preservados hasta la eternidad.
Señor Jesús, luz del mundo, ilumina nuestras vidas, para que siempre celebremos tus señales de amor y salvación. Amén.
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